domingo, 5 de febrero de 2012

las hienas acorraladas

"El chocolate se derrite dentro del envoltorio. Se deshace la pantomima.
Antes escribía para combatir la soledad. Ahora parece que lo haga para alcanzarla".
Dr R (JRamallo)


In illo tempore las hienas del parque García Sanabria me hipnotizaban con su inútil intento de escapar de la jaula. Eran maniacas sus caminatas constantes, presurosas, nerviosas, de un lado a otro de la jaula. A veces le ocurre a uno lo mismo. Voy de la sala al patio, del patio a la sala. Prendo la máquina de escribir pero soy incapaz de componer una línea, incapaz de ver un claro entre la maraña de episodios que trascurren en El gigoló. Es la obra que me interesa ahora. Las obras narrativas son como el amor a una mujer. Con la que caminas (si el camino tiene corazón) en determinado momento es a la que amas de verdad... Va quedando atrás el Libro del cuervo. Ya no eres celoso de que alguien descubra lo que escribes, lo que amas, y te lo quite. Está ya en manos de los lectores y, en el fondo, te importa un carajo quién la lea o no. Te contenta su suerte pero no te amarga su fracaso.
El otro día Anghel me llevó a la sede del periódico El Día, prensa que me agrada porque ahí tengo un encuentro cotidiano con escritores afines, por el estilo y porque me aclaran la mente. Descubrir que Pepe es el Tótem en el que hay que mirarse, se lo debo a Andrés Chávez. En fin, que me invitaron a ser entrevistado. Un honor. La entrevista debió haber salido hoy. No salió. Supongo que no será como la gaceta La Gatera, donde su gestora administrativa rechazó de plano un comentario-crítica sobre Libro del cuervo. Una oferta que le envió un amigo, no pedida y por tanto honradamente rechazada. En el caso de El Día no tiene sentido que no salga la entrevista, seguramente en la próxima semana. En cualquier caso, no sé si la foto me favorece. Soy un presumido de la fotogenia. Aparte del trabajo del entrevistador (José Domingo), que puede mejorar lo que uno dijo o empeorarlo. Aún más.
En fin, todo eso no es más que un aleteo de mariposa en China.
A lo que iba. El auténtico amor ahora es El Gigoló. Creo que estoy consiguiendo un paso arriba con esa novela. Sin embargo, ahora estoy paralizado, detenido. Me tiene sumido en la incertidumbre. No había previsto que el personaje narrador llega un momento en que es víctima del amor. Como Otelo, como Pablo Castel (el presunto criminal-narrador de El túnel). Otelo y Pablo Castel son dos personajes cortados por la misma angustia, por la misma incertidumbre. Los celos le impiden concentrarse en su trabajo, de hombre de Estado en el caso de Otelo y de pintor en el de Pablo Castel. Los diferencia, que uno es un personaje heroico y el otro un vulgar nadie con pretensiones artísticas. Y en la historia de Otelo, es el maniobrero Yago quien aletarga la mente del héroe. Desdemona, sabemos, es inocente del cargo que se le imputa. Al contrario en El túnel: incluso el lector sospecha que María Iribarne no es trigo limpio (con sus equívocos vulgares: "voy a comer con una amiga", con contradicciones de chocolate derretido que hacen dudar y plantar la incertidumbre en la mente de Castel.
En incertidumbre estoy yo también con el personaje del gigoló. Hasta el momento su angustia late con el corazón de papafrita de Pablo Castel. Pero es Otelo quien me está pidiendo que desaloje a María Iribarne de la novela y la cambie por Desdémona. A buenas horas. No me queda otro remedio que resolver con María Iribarne. Es quien ocupa la totalidad de las 120 páginas que llevo escrita (y en manos del Mr Cuervo Herar, a ver si picotea bien la imagen y la imagen del Cuervo me resuelve la jodida duda que me corroe).

Desde el ordandor de La Casa de la Cultura. En el Tea, ayer y hoy fallos de la señal...

No hay comentarios: