martes, 10 de abril de 2012

notas

Leo en el periódico que Madame Bovary representa el afán de libertad de la mujer. Tonterías. Aunque me gustará ver qué han hecho en la obra de teatro con el mismo título a la pobre Emma Bovary. El sábado, diosmediante, lo veremos. Leí el estudio de Nabokov. El genio de Flaubert haciendo que lo inverosimil parezca verdad. También Vargas Llosa escribió sobre la novela del maniático Flaubert. Este escritor dijo que madame Bovary era él. Supongo que sí.
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Ayer diversos encuentros. Con Eduardo García Rojas en el callejón del Parra. No tuvimos ocasión de entrar en algunas materias de interés mutuo pero difrutamos de un par de birras, antes de bajar yo a la plaza de los poetas, donde ponemos a cada cual donde le corresponde, jueces implacables y sicarios contra la mediocridad. Allí estudiamos cada paja del ojo ajeno. La mención a Anghel es inevitable, encuentro tras encuentro. Mi amigo es un gran zorro editor, como debe ser, y sabe escoger a las gallinas del corral de escritores. Yo soy una. Espero que me cuide y la semana que viene cumpla su promesa de acrecentar mi fama cuesta arriba. Hoy lo vi en las mesitas frente a La Isla, con el poco conocido (desde mi ángulo visual) Víctor Alamo y el pintor Camacho. Me hubiera gustado quedarme a conocer al pintor, no conocido en persona hasta ahora pero hace tiempo admirado. En fin, una pena será no oír la conferencia de Anghel el próximo viernes. Ya veremos. Nada está desechado.
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Hoy radio unión otra vez con la puerta. Esta vez ya con Ramón Herar de comandante. Menos mal. A mí ya no se me ocurre nada que pueda decir esto me interesa. Lo que me interesa no puede ser público, y con lo público paso una temporada que no me interesa gran cosa.
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Recibo del agua. Mientras espero reunión con Anghel (es un hombre que cumple sus promesas), no sé si echaré mano de mi Banco del Tiempo. No sólo de torrijas vive el hombre.
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Manos adoradas me traen copia en papel de Línea Líquida. No sé si le falta andamiaje y le sobran algunas páginas, pero sigo pensando que la L de Lizundia es clave para comprender lo que de poderoso se está hoy escribiendo en estas Islas africanas.

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