Me hacía ilusión haber perdido el telefonillo. No pagar por hablar. Dicen que antes (cuando uno veía a unos cuantos colgados presumiendo de móvil pegado a la oreja) era un lujo tenerlo, y que ahora es un lujo no tenerlo. Como no soy hombre de negocios serios (sólo adicto al Club Negocios Raros: Zoo punto cero ha puesto a la venta camisetas del Club, antesala de una nueva editorial en estas islas, ajena a la crisis...), sólo con pocas personas me conecta el móvil, y como he descubierto que la telepatía existe, pues... En fin, encontré el aparato, llamé al 407 y a seguir pagando, que es ley de vida.
Del viaje a La Palma, si hay suerte y ganas hablaré próximamente de
lo bueno: La señora Josefina Quesada
y de
lo malo: que tal señora es un arbusto de mi Imaginación, pobre meretriz de soldados rasos (mi Imaginación).
Permanezcan atentos a la pantalla, o no.
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