jueves, 31 de mayo de 2012

pasado miércoles

--¿Qué te da? ¿Te da comida? ¿te da dinero? ¿Te da por ... (aquí palabra soez)?
De los algunos colegas que nos rodean, fisicamente inmediatos, ayer hablando con José María en el Parra --jodieron a la salida del callejón la pintada tótem de Zoo punto cero--, repaso a autores más o menos leídos. La escritura que se está fabricando en Canary Island, si desbrozamos el campo y ponemos de abono la hojarasca y la mierda vaca, merece atención especial. En lo alto de mi particular pirámide:  Diario de un abogado mundano, Retrato de Marlou Diésel, Cucarachas con chanel y Ensalada de canónigos.

Por la mañana del miércoles

por mayo cuando los enamorados
van a servir al amor
si no yo triste cuitado que voy al parque
a la feria del libro...

paro en el parque, atraído por el acto Juan Cruz dialoga con Luis Montero, en la carpa institucional. Me interesa poco la bondad y la nobleza, pero también hay que oír a la gente noble y bondadosa. Mejor estaba en la playa de Valleseco. Los maestros nombrados --Alberti y Neruda-- no me despiertan sensibles sentimientos.

Yo no sé idiomas. Antes de bajar, la chica del bar Los Girasoles daba por hecho que yo sabía inglés y quiso que tradujese la letra de una canción. Imposible. Sentí amargarle el gesto de la cara cuando le confesé que yo no sabía inglés. Sólo estudié algo de francés, y en el instituto Andrés Bello aprobé la asignatura porque aprendí de memoria la traducción de todos los poemas del libro. Poco conocimiento llevé del colegio al instituto. La señorita de francés me tenía simpatía porque pescaba peces de colores en el barranco y se los llevaba a la casa para que los criara en una pecera. Crimen, pero la señorita valía el delito. También, en la época del colegio, era de habla francesa el primer amor. Bárbara. Trabajaba en la calle Miraflores, en el saloom de Fefa, donde conocí también a Venanceo. De Venanceo --lamento haber perdido un cuaderno lleno de poemas que Venanceo recitaba para que los copiase-- podré quizá recuperar algo suyo si me muevo y conecto con el taxista de Tacoronte amigo de Marcelino y con el concejal Guanche.

Se me fue el santo.

Lavo la camisa para ver como el sábado le da en el tendal el sol del día y la brisa de la noche, sin más compañía que la pantalla del televisor, y con el mando a distancia ya somos tres, como en los versos de Li-Po & Víctor Botas:

Bebo solo bajo la luna
y con mi sombra ya somos tres.
Hace bien al invitado
saber la hora de marcharse.

La melancolía del sábado es consecuencia de la monotonía del miércoles. Spleen en el barrio de La Maldad. Alienación es no inventar otro sitio donde ir que la feria del libro. Juan Cruz y Luis Montero se presentan como hombres con ideas nobles que huyen --dicen-- de los vertederos de la envidia entre literatos. Pregunto a Montero sobre la figura de Alberti en el libro de Andrés Trapiello Las armas y las letras.  Pregunta de cotilla que no tiene otra cosa que hacer. Más interesante hubiese sido indagar qué aprendió de Angel González y Jaime Gil de Biedma, poetas por los que sí comparto admiración.
Por la tarde G-21. Los mismos tópicos. Más acierto en las respuestas de Alexis Ravelo a las preguntas de Eduardo García Rojas ("El Perseguidor", Diario de Avisos). "... a veces, he mirado el panorama literario  (sobre todo el narrativo) que tenemos y he pensado que nos sobraban artistas y nos faltaban artesanos, gente que supiera pergeñar buenas historias y acertara a contarlas bien", dice Alexis Ravelo. Lo conocí una noche en La Laguna y sentí simpatía por este hombre, y sus libros de la serie Eladio Monroy los he leído con gran agradecimiento a su autor. Están si no en la cumbre, sí bastante arriba en aquella pirámide que dije. Aún no conozco La noche de piedra y otros de sus títulos no canónigos negros. Imagino un debate entre José María Lizundia y Alexis Ravelo. Dos paisanos. Ganas de imaginar.

El día avanza. Llega la hora de comer. Me despido de Marianela y encuentro en el regreso al barrio a un amigo --de los pocos que tengo--.
--¿Qué te da?

Y por la noche, Parra. Y mañana, viaje a Icod. Otro entretenido episodio en esta época de piedras de Sísifo. Que suene la ruleta y los dioses repartan suerte. Ahul. Hasta más ver.

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