domingo, 27 de mayo de 2012

odios

Odio la frivolidad de este puto milenio, odio la filosofía de cartón piedra de los que citan la lista de los reyes godos o filósofos ilustres y se quedan contentos y tocándose los huevos, odio las tomaduras de pelo, odio a mi cuñado (al de aquí. Al de Asturias, después que supe cómo se las arregla, lo admiro, aunque tampoco lo quiera demasiado), odio las tonterías de Roger Wolfe sobre la estupidez de la Real Academia de la Lengua, odio a los poetas y a los novelistas (menos a unos pocos)... y odio la feria del libro. Hasta ayer odiaba la feria del libro. Pusieron a Pedro García Cabrera, un poeta mediocre y plagiario, en lugar de a un físico (pueblo mediocre y ciudadanos de mierda) que hubiera aportado algo más que rimar góndola con tómbola. Al poeta mediocre gomero lo conocí en la época del primer congreso de poesía, donde invitaron a mis amigos Felix Francisco Casanova y Dulce Marrero --pazdescanse los dos-- y a mí no. En un acto (creo que en el Ateneo), Juan Jiménez proponía hacer borrón y cuenta nueva. Empezar de cero. Me gustó ese Juan Jímenez (hasta que lo invité a cenar a mi casa y, a mis espaldas, intentó meterle mano a mi mujer). Pero el día anterior lo admiré, en contra de Pedro García Cabrera, que entendió que lo que proponía el de Las Palmas era olvidarnos del español. "A mí el español --se refería al idioma-- me ha permitido toda la libertad del mundo", dijo. Seguramente la que no le permitió a Domingo López Torres, que en gloria esté. Por eso el poeta gomero se permitió plagiar a Paul Eluart, que escribía el nombre de la palabra libertad hasta en el papel higiénico. En fin, odiaba la feria del libro hasta ayer. Ayer, Mercedes (gusto de conocerla) compró Agosta escribe. 
--Tendré que contratar a un hombre fornido para que me defienda de tus sabias palabras --me dijo.

Hombre adulado, hombre importante. Me toqué los músculos a ver si podía ser yo ese hombre. Ni modo. Y el capitán M por la noche, película en cinemascope para prestarme diez euros y llamarme poeta, que es lo peor que se le puede decir a un hombre.
Bueno, pues eso. Mercedes compró un Agosta en la Feria. Según cálculos --lo consulté con Alejandro, antes de pedirle un cigarrito-- tengo ganado un euro. Pasaré a cobrarlo. Eso seguro. Odio pagar. Ahora voy a cobrar (dijo Rubem Fonseca).

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