lunes, 24 de marzo de 2014

retiro espiritual

Después de la estancia en el mundanal ruido, ahora transito un aislamiento que no es senda de sabio pero me ayuda a devolverme a mí mismo lo que me debo. No necesitar nada que no sea necesario. Se me acabó el Aldea, compañía de las noches mientras laboro unas variaciones pornográficas, en la corriente neosadismo ficción punto cero. Todo parecido con la realidad es casualidad. Me agrada indagar en lo que nada tiene que ver conmigo. Sasha Grey dice que el porno es el único género donde la narración no está al servicio del personaje. Y eso para escribir una novela porno --de muchos tiros, a veces empalagosa como las películas del oeste en la decadencia del género. 
Sí, los personajes tienen que ver. Pero a una distancia saludable, sin espejismos de la propia alma. 

Tengo todavía licor de limón en una botella cuadrada. Cada vez que tomo un buche, me acuerdo de la mañana en que el loro, de la histórica y desaparecida Viña del Loro, me habló de filosofía. La filosofía que me interesa tiene sabor a limón. Un sabor que me hace saltar atrás muchos años en el tiempo. En la casa del guardián, mi padre, del grupo escolar José Antonio (barrio de Salamanca, calle Febles Campos). 
Un albañil se empeñó en enseñarme a tocar una guitarra, regalo envenado. No pasé de mi limón mi limonero entero me gusta más. 
La guitarra se la cambié a un amigo por una chaqueta de tela. Me la dio dentro de una bolsa plástico. Cuando la saqué para ponérmela, la chaqueta envolvía una cagada, una asquerosa cagada. La tiré a un contenedor. Me dio asco. No tuve ánimos de lavarla, quitarle la mierda. Perdí chaqueta, guitarra y amigo. Todo a la vez, en la misma noche. Santa Cruz se convertía en Santa Pus. 

PINTURA
 Mi amiga me dedicó varias filípicas. Porque vertí pinturas sobre un lienzo, puse un plástico encima y la invité a bailar descalzos, esparcir los colores por la tela con los pies. (Antonio Bermejo me hubiese comprendido.) Le dio un cate crítico al pollock que llevo dentro, y abominó de la actual banalidad del arte. Soy lento en aprender. Nguyen tiene conmigo reservas de paciencia. 
--No quieres aprender lo básico.
--Voy a estudiar todas las lecciones de tu libro.
--No me lo creo. 
Y suspira ante lo inevitable. Pero sí, aprendo. El cuadro con colores machacados se transforma. Una mujer mira a su izquierda. A veces parece que la cara, pintada de frente, está girando sobre su cuello. Es una mujer con poder. 
Aún el color no está en su punto, le falta algo de fuego y de canela. Pero siento que voy dejando atrás un submundo lunar por donde me movía a ciegas, a golpe de olfato, y entro en un universo solar, donde primero se piensa y luego se pasa a la acción, a la inversa de lo que hacía hasta que la maestría de Nguyen, ella no lo sabe bien, ha entrado en mis procesos con el color. He ganado en claridad de imagen, que debe de ser algo así como lo que Víctor Roncero decía cuando hablaba de la calidad de página, en radio Tijuana, aquella radio. 

--Un cobarde no se suicida --dice Nguyen, ya en otros temas la conversación.
Cosas bíblicas. 
Dice que San Pedro fue el traidor, no Judas. Al parecer Leonardo da Vinci lo pinta en la última cena portando un cuchillo sospechoso.
Casi me niego a oírlo. Que Jesucristo tuvo hermanos, lo dicen los protestantes. Que tenía amores con María Magdalena, lo decían a espaldas del cura don Onofre --paz descanse-- las mujeres de San Andrés, en aquellos tiempos infantiles de ir al barranco a tirarnos piedras, a prepararnos para la guerra de la vida. Pero mi fe en San Pedro se mantenía en pie. Que de ser un buen hombre, un santo cabal, pase a ser un traidor, no me cabe en la cabeza. No lo asimilo.

Con Pilar en el Guimerá. Ella en el asiento de La Estrella, yo en el del Mundo, y Nguyen en el Sol. Brilla el sol del actor Juan Carlos en la obra Eloísa está debajo de un almendro. No todos los demás actores brillan pero la obra se deja ver, y oír. 

Y ahora retiro. Retiro espiritual. Me preguntó que será de Clara. La echo de menos.

1 comentario:

campanilla dijo...

Ahora qué tengo un poquito más de conocimiento pictórico, me atrevo a decir que Nguyem tiene razón, lo básico tienes que aprenderlo, las técnicas, las formas, la luz, el color, etc., hay mucho que aprender,(ya sabes qué opino de tus cuadros) pero bajo mi punto de vista, a un pintor no se le puede vetar la imaginación.
Yo hubiera danzado contigo encima de las pinturas. En esos momentos de inspiración es cuando el artista saca lo que tiene dentro, aunque no esté dentro de los cánones.
Será que soy una enamorada de Pollock por lo que pienso así. En fin, disculpas por mi atrevimiento y sigue aprendiendo y aprendiendo.
Saludos.