jueves, 1 de enero de 2015

Una novela de Sánchez Dragó

La novela es falsa, superficial y petulante. Pero es entretenida. Cansa sin embargo la denominación "anglocabrones". El autor-narrador abomina del protestantismo. No percibe, entre otras no percepciones, lo que el racionalismo luterano tiene de comunión con Dios. Se lo perdono. Es la repetición de la falsedad lo que molesta. Incluso la repetición del teorema de Ernesto Sábato. casualidad = causalidad.La casualidad como causa de infinitos efectos se da en la vida. En una novela el número de casualidades debe ser reducido, como es reducido el número de fichas en un tablero de damas. Lo débil de esta novela es que las casualidades/causalidades están cogidas con chinchetas. Se lo perdono. Lo entretenido en este caso tiene la virtud de que no es sublime; enseña las bragas sin rubor.
Se confiesa drogadicto, cobijón y escritor de éxito. De esos escritores que tienen detrás un editor ordeñando su genialidad. El éxito le facilita vivir en una buena casa y con dinero ganso.
La segunda parte de la novela es un viaje "espiritual" por Israel, Egipto y la India. En Israel folla con la azafata del avión que lo llevó a ese país. Escapa del asedio de la azafata alojándose en un monasterio (?) franciscano. Conoce a una mora que lo colma mejor que la azafata; Pero la mora lo quiere matrimoniar. Escapa del compromiso. Se va a no sé dónde. De tapadillo, se ve con una monja de 21 años. Sexo la mar de lascivo y gracia divina en una misma atractiva muchacha.
En la India se aloja en un templo tántrico. Lo depilan, lo visten de mujer y hace un trío con hembra debajo y macho encima. En fin, el motivo del viaje: encontrar al verdadero Jesús de Nazaret. Sospecha que no murió en la cruz, sino que se curó de las heridas del martirio y se fue a la India, a practicar tantra. Defiende que el cristianismo de verdad es sexualmente permisivo, incitador al sexo.
Sólo Dios lo sabe.

Casualmente, cuando empecé a leer el Laberinto, había leído Las cinco advertencias de Satañás. Pero si abrí el Laberinto, no fue culpa de Jardiel Poncela.

--El rezado que yo le echo quince días antes, lo deja en su sitio --dice Ibrahim, refuiriéndose a uno de Las Palmas que está saliendo en la tele.
--Un gallinero tiene que haber ahí --dice un menudo aguerrido, pantalones corto, camiseta sin mangas y botas de montaña.
--De aquí pallá, trchas --dice Suso el tocón, buena persona (parece) pero se pasa de confianzudo.
Suso me cuenta un viaje a Vezezuela, como miembro de la Caja de Ahorros, donde trabajó. Cuenta el almuerzo con el presidente venezolano de entonces, ministros y la mujer del presidente, bebedora de etiqueta negra y a la que le salía la coca por los poros de la piel. Luego me cuenta un viaje por la cascada del Angel. Venezuela. No me es indiferente el país adonde emigró parte de mi familia y donde estuvieron y trabajaron Marcelino y Pedro Concepción; el país del poeta Reynaldo Pérez So.

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