domingo, 27 de septiembre de 2015

tolete

Hoy San andrés. Misa por mi padre, mi mujer y --la añadió mi hermana-- mi madre, en estado difunto los tres. Que no se sabe bien lo que es eso. Yo no lo sé bien. La misa es magia. No es ciencia. La magia mandaba dejar para otra ocasión a mi madre, a quién hay que darle de comer en otras alturas. Mujer de poder. Fabricaba unos mojos que me dejaban la pinga como si hubiese masticado un kilo de viagras. Echo de menos esos mojos. Por eso era la misa aparte. A ver si me libera de la atadura de mi cuñado --ahora quiere darme tres clases de acuarela-- y hacemos lo que teníamos que haber hecho cuando estaba ella con vida, sin tener que esperar a yo morirme para resolver enigmas del pasado. En fin, le dije --a mi cuñado-- que si quería le daba yo tres clases a él. Buf, menos mal que dijo no. Un buen maestro es quien sólo recibe discípulos que lo pueden superar. Yo tengo dos. El hermafrodita JRamallo y la andrógino Nguyen. Picasso no es discípulo. Todavía. Todavía sigo siendo yo discípulo dél. Ya lo superaré.
De Leonardo, lo comprendo. Sin mierda alrededor, no hay pintura que valga. Pero esto no lo comprende mi secretaria. Mañana toca comida. Hoy me visitó por sorpresa. No me dio tiempo de recoger el patio. Lo tengo lleno de mujeres. Estoy configurando una frankensteín ideal para mí. Mientras tanto, sigo con la serie de mi hermana. Mi hermana fue una belleza. Donde hubo algo queda. Ya no estoy enamorado de mi hermana pero me jode que diga que un tolete como yo también puede darle clase a la eminencia de su marido. Tolete, ya me gustaría a mí ser un tolete. O por lo menos, que sólo el tolete sea lo que me quede de conciencia humana. 

Con el tolete bien refugiado
el arte queda garantizado.

Etc.  

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