lunes, 4 de febrero de 2019

"Mi editorial en marcha", escribe un antiguo amigo. Ojalá le vaya bien aunque a mí ya no se dirija ni para decirme la hora. Cosas que nos hicimos y estamos peleados. Él inspiró --sólo inspiró-- un personaje de Barrio Chino. Allí me vengué, lo puse como derrotado en una discusión filosófica. Pero ojalá le vaya bien con la editorial. A mí también me gustaría tener una. La fantasía es que se saca uno una quiniela y con los millones, zumba zumba, a bailar y a publicar buenos libros, que los hay en estas sombras canarias. Lectores no sé, pero libros y obras sí los hay.
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Hoy, meditando cosas o fabricando coplas bajaba a la ciudad de Piedra Negra. En el cruce de las calles Ruymán y Guallarmina, mientras pensaba en una carta que había recibido, sonaron alegres las campanas. No suelen sonar campanas por esa zona. Hecho insólito. En la persona remitente iba pensando. Y más abajo, en General Mola, él subiendo y yo bajando, me encontré con un poeta que sale con nombre y apellido en  El pintor asesino. En su momento, hace años, tuvimos algún encuentro amistoso, y me leyó su poesía, y no me gustó. Y si no te gusta la obra, la persona tampoco. Cuidado. Son gustos. Nada objetivo. Su poesía es apreciada por alguna gente a la que yo aprecio. No la discuto. Simplemente me alejo.
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Otro artista del que me alejé --por motivos no sólo estéticos--, de los tiempos de La dama es una trampa y de Proserpina, lo vi el otro día en una exposición. La inicial de su nombre coincide con la inicial de otro nombre que es importante para mí. Tal letra iba pensando mientras bajaba por el Estadio, y luego nos vimos en la exposición. Trato cortés; ya no quiere retorcerme el pescuezo. Nada me debe ni nada le debo. Bueno, a lo mejor sí le debo. Ha inspirado un personaje de Barrio Chino. Estos personajes que están en la realidad, por mucho que los abrumes con la ficción, me dan miedo. No ellos, sinos las coincidencias entre la ficción y la realidad.
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Una amiga lee la entrada anterior, y como es narradora y las narradoras son curiosas, me pregunta por eso de casarme, y luego me manda a la sala Roncel, a que vaya allí a bailar y a lo mejor tengo suerte. No la invité a ella a bailar porque está casada, y no voy a tener suerte. En fin. La vida sigue. Hoy en Ibrahim nombraron a Ezequiel Pérez Plasencia. A veces ocurren cosas que uno se queda medio despistado, porque están muy bien. Cosas que ver con iniciativas políticas. En una plaza principal de Piedra Negra han puesto una placa con un fragmento de El orden del día, última obra publicada en vida de Ezequiel. En el barrio tiene buena memoria. Hablan muy bien. Y lo que hablan mal, también pueden decirlo de mí. Nada que ocultar. Pérez Plasencia nos dejó su obra. No es un autor pasajero.


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