domingo, 6 de diciembre de 2009

prueba acartonada (4)

En algún lugar de este cuento pensaba citar a las sirenas que, con el arma de sus cantos, nos cautivan para devorarnos, y a la hidras, que cagan sobre nuestros platos de comida, y a las brujas que nos convierten en cerdos. Por supuesto, hay correspondencias masculinas, pero eso es sitio de otro cuento. En este cuento, contrariamente a lo que quería mi madre o lo que dice Anghel sobre la agresión a las mujeres, las sirenas merecen que les cortemos la lengua, para que dejen de cantar, y las hidras que les pongamos silicona en el culo, y a las putas brujas cortarles la cabeza. Ya está bien de tanta santidad o delicadeza femenina. Mujeres, como hombres, hay que merecen la pena, pero otras, tirarlas al barranco, cuando surja la riada, es poco. El caso es que iba a hablar de don José Rodriguez y el articulista José Luis Concepción, pero me acaba de llamar Beba para ir juntos al duelo del padre de Fernando, el amigo del Monterrey. Ya les contaré, no el duelo, aunque puede que sí, pero sobre todo, escribiré de ese independentismo engañoso del periódico El Día.

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