lunes, 18 de julio de 2011

ya martes

Algo me dio un golpe en el pecho y me desperté. Como si no sé qué hubiese ocurrido esta noche en ese momento. Un episodio que cierra un drama y abre una tragedia. Me levanté y busqué el libro de Borges sobre la alquimia de la infamia. Recordé un capítulo sobre el arte del insulto. No el insulto directo, que delata más la condición del insultante que ofende al insultado. Sino el insulto sutil, el que se viste de conmiseración, de comprensión, casi de paternal disculpa a los defectos del destinatario. Tal autor cometió un soneto. Retóricas de este estilo. No se preocupe amigo, si hay obra ya tendrá sus quince minutos. Otra figura que no sé si la cuenta el argentino Borges. En fin, no encontré el libro. Y la obra que hay, o la que pudiera haber, más merece el fuego. Usted ha cometido el error, hijo pródigo, de salir al mundo. Con lo bien que estaba en la cordura del hogar, en la casa de su padre. Y despierto y como un tonto, en vano busco el librito de la infamia. No lo encuentro. Se escondió. La infamia también, pero dejó su sombra. Como hoy la tarde en San Andrés, donde caí como cae un trompo cuando se afloja la energía de girar. El poeta de San Andrés, con los ojos amarillos, todo el mundo temiendo el contagio de una enfermedad grave. Como si ya todo no estuviera gravemente enfermo. "Quizá se detenga el tiempo", dice un verso de un librito propio que no sé si es obra, o mejor dicho, de un cuadernillo. No pasa de veinte páginas. Creo que no me ha sentado muy bien, entre los libros de Deivi, abrir La rebelión de las masas. Filosofía con elefantiasis. Poesía de música estrambótica. Ya tuvo su momento. Llévenle flores a su tumba. Y que no se detenga el tiempo.

2 comentarios:

Ramón Herar dijo...

Cuando Melville comienza a escribir novelas como “Moby Dick” y “Pierre o las ambigüedades”, ya era un autor de éxito en EEUU por el exotismo y realismo de todas sus aventuras noveladas por los Mares del Sur (“Taipi, un edén caníbal”, “Omoo”, “Mardi” o “Redburn”), pero el cambio de rumbo de la gran ballena blanca y, sobre todo, por su reincidencia con Pierre…, las ventas de las obras de Melville bajaron estrepitosamente, y hasta quedó medio arruinado. Aún así persistió en ese cambio de rumbo escribiendo más tarde “Israel Potter” o el libro de relatos “Cuentos de Piazza” donde encontramos joyitas como ‘Benito Cereno’, ‘El hombre pararrayos’ o el hoy tan celebrado ‘Bartleby, el escribiente’. A pesar de haber vuelto a tener éxito con “Billy Budd” ya a finales del XIX, Melville fue un escritor olvidado hasta que en los años 20 o 30 del s. XX se empezara a reivindicar su obra. No hace falta decir ahora cuáles de sus obras han pasado a la historia de la literatura universal. Así que ese es el asunto, el poco reconocimiento inmediato a veces no tiene nada que ver con lo que realmente merece la pena escribir. Para dar lo mejor de uno, la hoja de ruta habrá de marcarse de otra manera. Aunque joda.

Jesús Castellano dijo...

Nos vemos, Dios mediante, esta tarde en La Puerta, de la A a la G y de aquí a la Z, con la hoja de ruta que trace nuestro golpista y nuevo jefe. No es del reconocimiento de lo que hablamos, sino del hada número 13. Mi pagano la reivindica. Ma razón cristiana piensa que no tenía por qué quejarse. En fin, pasadas las seis p.m., en Radio Unión Tenerife, donde la patria de las ondas no niega la diversidad, la crítica, la discusión y que nos vean los dedos de las manos, etc.