lunes, 26 de diciembre de 2011

el enemigo es uno mismo

A veces gana el enemigo y hay que darle la mano y felicitarlo. No vanagloriarse en los triunfos ni amargarse en la derrota, este es el lema. La cosa me hizo sentir como Dostoiesvki analizado por Nabokov: más o menos un escritor mediocre que engaña y defrauda al lector con trucos chabacanos de novela barata. Me pasó como a Stendhal cuando pudo contemplar el cuadro más bello del mundo. Por lo menos a sus ojos. Le entró el miedo a la belleza y quedó sin aliento, abatido como un pendejo. El jamelgo no llegó a la meta. Sin embargo, aunque perdí la partida a la hora de la verdad, jugarla fue lo más hermoso que me ha ocurrido. Un día sigue a otro día. Mañana será otro día. Y si no mañana, pasado. Espero la revancha.
La pieza lo merece. Encontrar Tigre así es un milagro, una maravilla. Venga, Chistoski, olvídate de haber perdido la apuesta y a seguir apostando. La próxima vez o eres Tolstoi en lugar de Dostoievski --según Nabokov-- o retírate.

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