domingo, 11 de diciembre de 2011

mirándome en un espejo

"Mis ingeniosidades, mis leves bromas y la objetividad estática de que siempre hago gala, fomentaban la animada conversación que ellas se traían". (Diario de un seductor. Sören Kierkegaard)

La Serpiente elude la confrontación frontal a menos que se deje llevar por la necedad de la sinrazón. Por lo demás, sólo en casos de defensa propia (si es que no salgo corriendo), me enfrento de frente al efímero o no tan efímero adversario.
El caso es que cada día que transcurre, los motivos de defensa propia son mínimos. En lo que concierne a mí mismo, ya no me queda casi nada que defender; sólo la fastidiosa logística diaria, ese goteo chino de mantener al día los asuntos alimentarios, monetarios, defensa del territorio y poco más. Por otro lado, critico con la misma alegría á otros que recibo las críticas ajenas. Al contrario que creerme infalible, sí me creo muy criticable, por lo menos en los oficios concétricos en que ahora me tengo enredado. Como escritor, gran parte de lo publicado me incitaría al arrepentimiento (si tuviese esa capacidad de arrepentimiento). Como pintor, es tan largo el camino que hay por delante que aún no he tenido la gracia de cometer errores.
Entretener --en esto estoy con Juan Royo-- es la principal función del arte de la escritura, sea una obra filosófica o sea una novela del oeste. Cómo cada cual quiera entretenerse, eso ya es otro cantar.
En fin, me queda reducida la capacidad de guerra abierta sólo en casos de necedad irracional, trasnsitorios pero que se pagan caro. De esto sólo puedo curarme intentando suplir necedad por inteligencia, si me conceden los sabios que también la irracionalidad puede ser muestra de inteligencia. ¿Cómo se construye la sabiduría irracional? Cuando lo sepa, lo diré. Mientras tanto, no me torturen con interrogatorios y peticiones. No valgo la pena como informante. Informo sólo de lo que me da la gana. No informar, no decir, también es un valor. El valor del secreto. ¿Quieres saber el secreto? No preguntes. Observa y escucha.


El tercer oficio es el de seductor, pero eso merece capítulo aparte.

1 comentario:

el escritor escondido dijo...

Haz el amor y no la guerra...