jueves, 16 de febrero de 2012

anotaciones del día siguiente después de una cena

si te ningunean, te dan de lado o te cambian por otro, hay dos alternativas, ponerse a gemir como me contaron que hizo Cataño una tarde-noche en Barcelona, o responder con la misma moneda. Cambiar de sitio y olvidarlos. Son tan deficitarios y transitorios, que la alegría esporádica que le dan a tu vanidad, mejor la usas pa limpiarte el culo y no darles un nuevo chance de que te tomen el pelo. Esto lo digo porque anoche soñé que les pegaba una paliza a un periodista y a un editor  (en los sueños a veces soy fuerte y combativo), lo que significa que hay cosas que todavía me afectan, y no debería. Te apartan. Muy bien. te hacen un favor. No te dejan caer en la bobería de los que se creen algo porque escriben un libro y no son capaces de aguantar una crítica leve. A tomar por saco.

Antier, mientras esperaba a alguien, hojeé un diccionario de refranes en la librería La Isla. Está bien recordar un refrán oportuno de vez en cuando, que te ayude a solucionar cualquier dilema cuando estás en la duda. Se me quedó uno en la memoria: "Hombre que ama a varias, no mata a ninguna". No parece que tenga que ver con la solución a eso que llaman violencia machista, pero podría ser una solución.

Ahora estoy dejando adicciones. Es curioso como ellas hacen lo inimaginable para no dejarme. Parece que se hubiesen enamorado de mí. Maldito amor. Lo que me llama la atención es que mientras me libero de ataduras físicas (si es que logro ganar esta guerra), también lo hago de ataduras mentales. Prefiero que los amigos (y las amigas) no me engañen con mentiras de andar por casa si no pueden quedar conmigo porque tienen otra cosa mejor que hacer. Las pequeñas mentiras me ponen nervioso. El caso es que nadie tiene derecho a exigirle a otro que deba decir la verdad (la verdad en sentido cotidiano) y si quiere mentir, que mienta (recuerdo la teoría de Sita el otro día en el Sur).

Crónica que prometí hacer. Pues bien, a ver si logro hacerla. No, no logro hacerla. Lo que mejor recuerdo es el análisis que me hizo Fernando. Me peló por fuera y por dentro. Según su visión, mi madre sufrió un embarazo adverso y por eso fui un niño enfermizo. La inmovilidad me produce putrefacción interior. Debo estar ocupado en algo, y cualquier cosa que emprenda la llevo a buen puerto. Soy bueno en lo que hago si me pongo a ello, pero no me corono como un vulgar petulante, porque no le doy demasiada importancia a nada. De mí no se puede decir que soy esto o lo otro, porque estoy en continuo proceso de cambio y mi cabeza es una fabrica de pensamientos en constante producción. Las preocupaciones me atacan a las piernas. Y mi intuición, temible mi intuición. Sólo con la intuición soy capaz de conocer a quien tengo delante y, si me pongo, conquistar el mundo (según Fernando).
Por la noche, me alegró encontrarme con Cruci. De este encuentro no debo contar más.
Y del encuentro con mi gran amigo Alberto Linares, las ganas de fumar no me dejan concentrarme sobre la bronca final entre el lagarto y el cuervo.

Hasta otro momento. Hoy no doy pa más en esta pantalla del dichoso Tea. 

2 comentarios:

campanilla dijo...

Qué ironía, el mayor defensor de la mentira se molesta porque le mienten...

En cuanto a lo que dice Fernando, siento llevarle la contraria pero creo que no ha acertado mucho, y menos en cuanto a la intuición.
Si fuera así, muchos disgustos se hubiera ahorrado.

Ramón Herar dijo...

Esa bronca se resume fácilmente. No me gusta que los que juegan con cartas marcadas me hablen de juego limpio. El que quiera hablar de eso que tire esas cartas pal carajo, que encima las han marcado otros y pareces que le sigues el juego. Nada, no hay remedio. Y lo peor es que eso olvidó la otra conversación, pero no hubo tiempo pa más. El zoo sigue adelante.

Nota: viejo, te aconsejo que revises tu buzón de correos.