viernes, 3 de agosto de 2012

Benito Codina, portavoz federal del CCN, adquiere un relieve que no me esperaba. Me parece una figura más interesante e inteligente que su presidente. Más apropiado para hacer el papel de padre putativo. Me intriga cómo resolver el enigma. No sé si en el trascurso de la historia Benito y Martín hacen migas, o se enfrentan en guerra sin cuartel. Otra intriga es el valor de Cristina Tavío como mujer-hija. No la veo en ese papel. Su blog es deprimente. Sé que Martín, con la disculpa de ser su nuevo negro para espiarla mejor,  hará que su ideario político se pueble de brisa y salpicaduras de olas. El estilo de Martín (expansivo, bien humorado, incisivo y clarividente) conecta bien con el pueblo, esta entidad que lo mismo hace maravillas que barrabasadas pero a la que hay que tener en cuenta. El pueblo de mi cuento está en San Andrés y está en el barrio de La Maldad. De San Andrés, valor tiene una foto de Cristina T caminando, sin descalzarse, con los pies metidos en el agua, y portando una papelera pública en una mano, cuando el mar de San Andrés dio el primer aviso de que quería recuperar sus pertenencias. La Maldad juega un papel menos lúdico, más subterráneo.
También importan dos pintores. Tamara de Lempicka (concretamente Retrato de Ira D) y el pintor tinerfeño DeMiguel (ningún cuadro en concreto). El cuadro de Tamara entona las pasiones sexuales y políticas (aristocracia política); el DeMiguel, las ambiciones económicas. Curiosamente, en la realidad Tamara, aparte de la pasión sexual desbordante, marcada por el cuello de la mujer del cuadro, es también más rentable económicamente que veinte cuadros del pintor canario. Tiene la ventaja de que está muerta. Pero no creo que DeMiguel, aunque se muera hoy, alcance una cotización más allá de un aceptable valor en alza, o un penoso olvido y una caída en bolsa de su obra marina. Detrás de tiempos vienen tiempos.

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