domingo, 5 de agosto de 2012

Sueño que mi padre le da a mi hermana un anillo que me pertenece. Mis sueños últimamente carecen de calor. Están congelados, bajo cero. Vacíos como un vaso sin licor, lo que hay dentro no son sino formas sin sustancia, apariencias. Los sentimientos que provocan también están vacíos. No me nutren, ni para bien ni para mal. Despierto con ganas de que me llame la muerte. Caminar y los baños en Valleseco, me restablece del frío anímico que me persigue. Esta vez escojo para bajar a S/C el puente nuevo y el puente Zurita... Pensaba pasar por la sede del partido político del cuento El día... Y ojear las portadas de los libros en los escaparates de la librería El Cabildo, enfrente del local del partido político. Quizá algún título me dé una nueva pista que pueda conducirme a encender un fuego en el infierno, que es lo que Lowry pretendió, y consiguió, con su Bajo el volcán. En mi caso, toda mi ambición es encender un fósforo, pero estoy como si hubiese olvidado la caja de cerillos en un pantalón que puse a remojo. Lo dejo para otro momento. Marcelino me avisa por el móvil que está tomando una caña...
*

--Carmen es tu bolsa anímica. Estás con Carmen, sube la bolsa. No estás, baja la bolsa --dice Marcelino cuando lo veo a mediodía en kiosco Grijalba. Ya no nos molestamos en recordar la vieja Rambla de espirales, donde Roberto Cabrera generó Idolos de bruma. De esta novela recuerdo sobre todo la pasión que me despertó la lectura, como si viese el mundo que me rodeaba en una bola de cristal. Esa pasión ya no existe.
--También me pasa con Clara. Pero me temo que ya no estoy hecho para ninguna mujer.

Carmen y Clara son como la noche y el día, pero ambas son valiosas. Merecen un paisano y no un papafrita que escribe. A ninguna hace falta que se lo diga, me lo dicen ellas a mí, cada una por su lado. Pepa dice que lo tengo complicado con Carmen. Lo mejor, ni intentarlo. No hay tiempo. Me entretengo con el cuento El día... Todo lo demás es trabajo que resuelvo como puedo. Una persona soñó que yo preparaba mi muerte. No, no preparo mi muerte. Pero no sé si el sueño de esa persona es el que ha congelado los míos. Don Juan, el hombre de conocimiento, el indio yaqui, enseñó a Castaneda que la Muerte viaja a un metro de nosotros´y que es la mejor consejera, la mejor maestra de la vida. Cuando la Muerte decide tocar el hombro izquierdo, la única opción es bailar por última vez y decir adiós. Marcharse uno sin dejar detrás ninguna huella. No dejar dolor en aquellos que nos quieren ni cosas que sean ninguna carga. Esto me recuerda que tengo que arreglar lo del testamento. Y en cuanto a las obras editadas, entre otras cosas recomponer El negro. La técnica de relatar los episodios de un escritor intercalando los textos que escribe, no funciona en El negro. La novela que escribe debe ser sacada del libro y que se mueva por sí sola, o borrarla. Entorpece la narración principal. En cuanto a lo inédito, dejar listo los poemas. No dejar ninguno que tenga una fecha de caducidad demasiado cercana. A veces es difícil saberlo. Pero soy un buen poeta. Por lo menos sé lo que tengo que eliminar. Y de la obra narrativa inédita, dejo parado por lo pronto lo que está en el ordenador grande (El gigoló, El hombre del agujero, etc.) y trabajo ahora Señora de todos los caballeros y Con JP (incluye crónica de un viaje a República Dominicana). 
La semana pasada subí a Fotocopias Mateo a imprimir Señora. Recordamos a Cándido Hernández, tristemente desaparecido como editor. Editorial Benchomo tiene en su catálogo obras valiosas que merecen seguir circulando, y no sólo merecen sino que es necesario. Lo que podemos llamar literatura canaria está deprimida sin el conocimiento de muchas de las obras que editó Cándido Hernández. Curiosamente, en el festejo del sábado en Tacoronte, Martín me dio la primera sorpresa hablándome de Cándido, con quien tiene una relación de amistad fuerte. La segunda, que también tiene amistad con alguien que fue amigo mío en el pasado. El festejo en casa de Carmen (con Pepa, Tini, Mónica y Andrea, Mercedes, Julia y Tomás, Conchita,  Carlos, Miguel, Martín y Carmen) sin desperdicios. Empezando por el arroz de Carlos, con ayuda de Martín, el gran inspirador de El día... Nada de fósforos mojados. Martín es una tea ardiente. En otro momento, en una siguiente entrada, haré Dios mediante la crónica.

1 comentario:

Luna negra dijo...

No convoques a la muerte pa que te llame, está al hacecho y puede cumplir tu deceo.
Se me pusieron los pelos viriscaos de leerlo.