martes, 28 de agosto de 2012

entre sueños

Ramón ya volvió de Suecia, una suecia boliviana, y Sita y Ariadna regresaron del crucero por el Medíterráneo, un crucero con sabor catalán, y tunecinos ofreciendo camellos por su gracia y su belleza. Rebaños de camellos son insuficientes para alcanzar el valor que tiene esta mujer. No es sencilla, no es ingenua, todo lo contrario, pero la claridad de su palabra es un tesoro. Una amiga como Sita es una suerte. Ha cometido el defecto de valorarme demasiado. Por supuesto que tengo valor, pero con tres camellos es suficiente.
Antes de venir al cuidado de las criaturas de esta casa, donde ahora escribo, donde me entretengo hablando, cotilleando con la niña y la señora mayor, hice una visita a La Orotava. Casa de mi hermana y mi cuñado. Me fue grata la tarde que estuve allí. Quien es adicto a este blog sabe que los episodios no fueron siempre épicos, sino en ocasiones tragicómicos. Sin embargo, me alegró que me invitaran. Además de por el excelente vino La Hacienda Perdida de la última cosecha. Algunos libros que ellos no querían me los ofrecieron. Aunque no hay libro que no contenga una línea que valga la pena, algunos, sobre todo poesía, preferí dejarlos para el fuego. Otros eran valiosos. Entre ellos la Fonología Española, de Alarcos Llorach. Cuando estudié Filología Hispánica en la Universidad de La Laguna (no me hagan méritos, no terminé la carrera), le cogí afición a la fonética y la fonología, gracias al profesor: Antonio de Lorenzo. Qué buen profesor. A Ramón Trujillo, especialista en semántica, me costó más entenderlo. Entendí su constestación a Alarcos Llorach sobre la existencia de la voz pasiva en la lengua española. En contra de la teoría de Alarcos, que no había tal voz pasiva. En Oviedo me dio clase la Pepa (esposa de Alarcos, actualmente viuda) y en el examen final la pregunta clave era sobre la dichosa voz pasiva. Me suspendió. No sé si me entraron deseos de venganza, como al brujo, que lo vi hoy por la mañana en La Laguna y me hablaba del placer de la venganza. Me retiré de los estudios oficiales y nunca más quise volver. A veces soñaba que volvía a la Universidad y no entendía nada de nada. Sueños que me recuerdan el de anoche.

conducía un coche por una calle de San Sebastián de la Gomera, hacia arriba, y otro se me cruzó y le di un estámpido. En la siguiente escena que recuerdo, yo estaba con otro individuo, yo de copiloto, parado el vehículo. Una chica se acercó y se puso a discutir con el chico que estaba al volante. Hasta que descubrió que el destinatario de su diatriba era mi persona. Era quien conducía el coche contra el que choqué. Fui a verlo. Tenía el techo desencajado por el lado izquierdo, coche rojo. Sin ponerme a pensar quién había tenido la culpa, le dije que no se preocupase, que le daría el seguro. Busque en la guantera los papeles del seguro y no estaban. No importa, le dije, te firmo un papel y aviso al seguro. Me llevó al bar de su novio, quien me dio un montón de papeles y un bolígrafo. Ahora estábamos en La Palma. Imposible escribir en ningún papel. El bolígrafo fallaba o el papel estaba húmedo. Otra escena es que seguía intentándolo, buscando un papel que valiera la pena. Apareció mi madre, para ayudarme. Pero su ayuda no me servía. Otra escena. Otro bar, con una cama que supongo utilizaban para negocios sexuales y donde representaban una obra de teatro. Allí estaba Cifo (el que hozo el papel de Breton en la película sobre Oscar Domínguez) y se puso a corregir a los actores. No recuerdo más. Mejor fue el sueño de la primera noche en esta casa. Soñé con una chica que me encantó. Lo misterioso del caso, ya despierto y en mis quehaceres, es que tocaron a la puerta. La viejita me avisó de que estaban tocando la puerta. Era la inspectora que me dijeron que vendría alguna vez por aquí por si necesitaba algo. Era la chica del sueño. Igualita. Me dio rabia no haberme afeitado. No tenía crema de afeitar. Cuando se iba, le dije que me dejara en el primer supermercado, y le pregunté qué raza de vino le gustaba. Compré Aldea, y esa raza de vino y crema de afeitar. Hoy me afeité. Pero no ha venido.    

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