viernes, 18 de enero de 2013

notas
Merced a Christian, a Marcelino, a Clara (nevera, termo y coche) y a Carmen (templo del espíritu) recibí a mi hija Atteneri y a Juan Cruz con resolución de padre que sabe llevar sus asuntos. Mi hija me dejó con la obligación de no soltar la lengua a pacer, contra gente que ni se mete conmigo ni me molesta en absoluto. Prometo no llamar más xxxyyy a nuestro godo mártir ilustrado. Es más, recomendaré a Cristina Tavío, mi política tinerfeña preferida, que vaya el 25 de enero a la inauguración pública del bodrio líquido en el Náutico. No fue a la Mala Vida a oirnos a nosotros el jueves aquel, pero hay obligaciones y devociones. Y cada cual tiene las suyas.
Ayer, después del magnífico abadejo con Cuervo, Sita, Atteneri y Juan Cruz (en Tajao) regresé con Marcelino a la Mala Vida. En los primeros momentos aquello pareció sin pena ni gloria, acto salvado por los poemas de Alejandro Suárez, con una voz que se le queda atrás, pero todo se aprende si te pones. Ni la presencia de Evelia ni el enigma de Ángeles con las copas... animaba el ambiente. Hasta que llegaron Christian y Morgantani. El príncipe y el comandante. Christian quiere encargarme un cuadro. Yo sé qué cuadro tendría que encargarme y lo que voy a pedirle a cambio. Esto último se lo diré. Lo primero, a ver si lo adivina, o si no, que se lo pregunte al tarotista de turno cuando en El Generador --en febrero marzo si la cosa rueda-- Zoo.0 celebre La Carta sin Nombre.
Pero la visión mágica ayer noche la tuvo Marcelino. Una escena que nadie vio, sino nosotros, entre la poeta de labios rojos y el poeta ciego. Cariego en estado de Sade. Aquí eso no lo puedo contar. Lo contaré, no lo podré evitar, en las páginas paralelas a este blog que ahora escribiré en pantalla grande y con teclado de fundamento, no de juguete.

Javier Hernández se acuerda de uno en la concepción de una honra importante. Digan lo que digan, Anghel Morales tiene tres autores narrativos valiosos, verbigracia Javier, y dos contundentes. A ver lo que hace este hombre amigo. Por lo pronto --lo deseable-- mover la novela que tiene que mover (la de nuestro amigo) y reeditar Marlou Diésel. Si no, si no... ¿qué? Nada, hombre, nada, gaste usted su dinero como le parezca oportuno. Yo no creo que gaste el mío con liquideces náutica del 25 de enero. Pero la curiosidad no la niego. El autor es normalmente tibio pero cuando se calienta, tiene aciertos no desechables. He dicho.

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HAIKU ESCRITO EN EL AIRE (Marcelino y un servidor en el Platillo Volante, medianoche)

La noche se enciende
La esquina despierta
Qué pasará en otros lugares  


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