domingo, 27 de enero de 2013

--¿Y tu chica? ¿No viniste con tu chica?
--No, vine con la chica de otro, pero se sentó con el otro. Están allá arriba.
Se abre el telón y comienza la obra. Una ejecutiva investiga los motivos de sucesivos suicidios en una empresa. La sospecha es que la culpa la tiene el jefe. El jefe siempre tiene la culpa. Es un abusador. Pero sin tal personaje la empresa se iría a pique. Al final lo que se ve es que ni presión laboral ni pimientos en conserva. La gente se mata porque vivimos en un mundo de desgraciados. Vividores, como el ex marido de la ejecutiva, que no sufre presión laboral porque es un liberado del sindicato en la empresa. Además es el principal motivo de uno de los suicidios. El guaperas se tira a la mujer de uno de los que se mató, también trabajadora y a quien la muerte del marido le importa bien poco. O sí le importa. Se alegra. Ahora no tiene que soportar la celopatía del cornudo. El pobre hombre lo mejor que hacía en su vida de trabajador era servir de hazmerreir a la hora del café en el bar. Eso antes. Antes de que el jefe apretara las tuercas y aquí el que no cumple a la calle.
Me gustó la obra, me gustó la actuación de casi todos los actores. A mí me tocó en primera fila de butacas. A la chica y al amigo les tocó en anfiteatro. Al final, el amigo estuvo a punto de caerse al patio de butacas. Una lástima. Que no se cayera. Hubiera puesto un buen colofón a la obra. Al final hay un suicidio que rompe todas las esperanzas del jefe, un ogro por fuera, un pobre diablo por dentro. La caída de mi amigo hubiese resultado apropiada. Y además, después yo iría con la chica a cenar y a comentar lo bueno que era, qué bueno era.

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