lunes, 18 de marzo de 2013

entre una cosa y otra

Ayer vi una película basada en El animal moribundo, de Philip Roth. Pensamientos sobre el sexo o acontecimientos sexuales de esta novela pudieran formar parte de la interesantísima colección de citas que acompaña la colaboracion de Ramón Herar en Lunula 27. La visión de la película me animó a leer la novela. Mejor dicho, a seguir leyéndola. Mucho que ver en esta ocasión cine y escritura. Los diálogos están bastante clavados. Las diferencias es que la película está presentada de un modo más suave, más digirible para mentes sensibles. En la peli, la alumna, Consuelo, cuenta que tuvo un amante juvenil que le agradaba verla soltar la sangre durante el periodo. En la novela, es el profesor el mirón del surtidor de sangre, y no sólo mirón. Bebedor de esa sangre. No sé si esto tendrá que ver con el vampirismo. Otra escena diferente es cuando ella organiza una fiesta familiar y lo invita a ir. En la peli hay una insistencia poderosa por parte de Consuelo de que el pureta David vaya a la fiesta, a conocer a sus padres y a su familia. En la novela, no hay tal insistencia, aunque sí una cordial invitación. Él se inventa una disculpa y no va, porque teme que va a ser utilizado como un figurón, alguien de quien presumir, y que cuando se recojan platos y copas él tendrá que marcharse mientras contempla cómo otro más joven es quien se lleva la guinda del pastel. La relación padre-hijo me temo que en el celuloide (¿se sigue diciendo así?) está también edulcorada. Esto no lo sé, porque no he llegado al final. Voy por la página 107. Me quedan diez.

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El miércoles pasado conocí, con Xuan y Goyo en La Laguna, a lady Nada. El sábado, en la charla con José Rivero Vivas y su obra, en el Ateneo Miraflores, conocí a madame Lunallena. Interesantes mujeres. Interesantes mientras no te pase como al protagonista de El animal moribundo y pierdas la libertad, ese preciado tesoro que da el no acaparar a nadie con promesas de fidelidad y andar a tu bola sin enamorarte. Te enamoras y la chingaste. Qué bello es vivir sin amor. El sinamor hace cómico el engaño, colorea la película de la vida con una aceptable distancia entre el espectador y el cuadro.
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Me acuerdo de la escena de otra película que no recuerdo cuála era. Un tipo preguntaba si una que estaba por allí era una puta o una mujer de mundo.
--Pregúntale si es una puta. Sí lo es, se pondrá a la defensiva. Si no lo es, pasará de tu tontería.
Sí, al parecer, cuando te dicen cabrón, si lo eres te cabreas.
Otro modo de conocer a las personas es por cómo critican a los demás.
Copio unas líneas de la novela citada de Philip Roth:
"Me dicen que estoy pagado de mí mismo (me lo dicen ellos, que no están pagados de sí mismos). Me dicen que soy un hombre limitado (me lo dicen ellos, que no están limitados)"...

Y MIENTRAS TANTO, esperamos la crítica de altos saberes de los sabios del Vaticano. A ver si le llega la revista al jesuita Jesús Castellano, por razones que a la vista está.

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