viernes, 17 de enero de 2014

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El libro que me acompaña en la convalecencia pierde gas. No se trata de que esté enfermo de verborrea, lo que ocurre en nosotros si nos descuidamos. Le sucede que no corre el aire, y el único interés es ver cómo acaba una historia que se ve venir sin necesidad de seguir leyendo. Los asesinos, de Elia Kazan. Movimiento hippie en su apogeo. De todo en la viña del Señor, como en todos lados. Un mexicano, mecánico del Ejército de los EE.UU., mata a un hediondo --algo así como Ramón pero con más interés-- que le está vacilando a la hija preferida. La comunidad, por supuesto, no va a permitir que ajusticien a un "buen padre" que no ha cometido otro error que no cumplir una promesa que le hizo a la Virgencita. Mal hecho. Ni la Virgen perdona que no le paguen las promesas. La novela se va convirtiendo en tópicos alegatos contra la casta de los abogados. Michel, un hippie bueno, terminará por... en fin, hay novelas que mejor estaban olvidadas. 
El otro día Anghel en la radio. Como siempre. Síndrome Belén Esteban. Lo que yo hago es maravilloso, lo que hacen los demás deja mucho que desear. Genial don Anghel. Y del hediondo Ramón, paso de largo. 
Ayer Juan me pasa Isla nada y el libro de poemas (¿es un libro de poemas?) de Víctor Álamo de la Rosa. Bueno, diré que descanso de los asesinos y me aburro con otros asesinatos. El martes el autor en La Puerta.
Por culpa del libro, Juan casi detroza su coche en saliendo del garaje. 
Y en otro lugar del mundo, don Nítido sacando la cartera...
Buena comida con Carmen en La Matanza. Bacalao encebollado. Menos mal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"El libro que me acompaña en la convalecencia pierde gas." Pues, señor Castellanos...
https://www.facebook.com/lamujercaracol

"y el que lo quiera coger, que lo coja", que dice Manolo Viera.