jueves, 15 de junio de 2017

colores

... de niño el cura don Onofre pidió a mis padres que no me dejaran ir a misa. La parte de la misa en que el cura don Onofre predicaba o leía los evangelios subido al púlpito, bien. Yo abobado, oyéndolo. Tenía una voz que lo abarcaba todo. Pero la parte de la hostia me la pasaba por debajo de los asientos mirando las piernas de las mujeres.
A mí la religión católica me marcó para bien. No tengo sino buenos recuerdos. Una vez en catecismo, en la iglesia de Fátima, al lado del manicomio, barrio de Salamanca, ya uno adolescente y propenso al amor, le quité la silla a una chica para que se cayera al suelo y me hiciera caso. El catequista me echó de clase. Cosa que me jodió, pues por lo menos me había permitido entrar en el coro. De solista era un desastre, pero en el coro seguía bien el ritmo si cantaba bajito e iba al compás de los demás. La tribu me marcaba el paso. Igual que en el cuartel. Dentro de la fila desfilando, era buen desfilador. Pero en el curso a cabo primero, suspendí. Me pusieron a marcar el paso a los soldados, y no di ni una, ni una ni dos. Tenía que cantar un dos un dos, y cantaba dos uno dos uno... Hice reír a la tropa. No pasé de cabo raso. Una vez de maniobras, llevé al pelotón lejos de la zona de fuego. Fuimos a parar a la fortaleza del Teide. Anocheció y nos quedamos debajo de un árbol. Amaneció todo nevado menos bajo la  rama del árbol. Me condenaron, a mí y a otro que tenía mala fama, de guardia por la noche. Fue buena guardia. Chocolate caliente y buena conversación. Noches mágicas del cuartel.
Y eso que en Hoya Fria había sido objeto de burla, por disléxico. De noche los aspirantes a soldados teníamos que cantar nuestro número. El mío era el 166. Yo cantaba
--Zientozezentayzéis.
Y el resto de la tropa reía, se descojonaba. Y yo, de qué se ríen estos hijos de puta. Hasta más tarde, con las clases de fonología de don Lorenzo,  no distinguí la S de la Z. Hablar con Z en Canarias siendo autóctono, no es nórmal.
Lo anormal es lo que nos hace reír. A menos que nos pongamos serios. Como la bestia con el padre de la bella. Lo anormal poderoso mete miedo, y el miedo impone respeto. Sin embargo, Bestia no seduce a Bella sino hasta que la hace reír.
Como Rajoy el otro día en el congreso. Habló mal como hablo yo, con anacolutos, y por eso me cae simpático. La moción bien. Rajoy humano, Pablo Iglesias fuerte y serio, salvo los piropos a Oramas y el decirle a Rajoy que le había dicho a Irene Montero lo que había tenido que decirle a él.
Se lo puso a huevo al diputado del PP que se metió en la relación sentimental del líder alternativo.
Sin cotilleo no hay vida. Eso dijo la radio. Los pueblos cotillas son más prósperos y alegres, y más tristes y pobres los sitios donde el cotilleo está mal visto.
Y Errejón en la sombra. La radio dijo esta noche que tiene un hermano gemelo. Más gracioso que él.
Dicen que es el que iba a Hora 25, hasta que Podemos le dijo que no fuera más y mandaron a Irene Montero, pero no la dejaron entrar.
Y el tercero en concordia, Pedro Sánchez el cauteloso. Vigilando las orejas de la loba andaluza. Supongo.

Rajoy amarillo.
Pablo azul.
Pedro verde.
Amarillo Nápoles.
Azul de Prusia.
Verde claro.
Y los catalanes
el canto gregorriano.
La tabarra dando
sobre del cántaro
del Estado.
Y yo aquí esperando
viajar por las islas
cuando sea barato.
Que otros vayan
al camino Santiago,
tú y yo, Pepe, vamos
a las islas en barco.
Cuando sea barato
iremos en barco
a San Borondón.
Matamos al dragón,
buscamos el tesoro.
Una moneda de oro
que hace calor del frío,
y da compañía al solo.
Tú no te olvides del gesso
ni tampoco del queso
se olvide el Jabalí.
Rojo me traiga ella,
la que está cerca de aquí.
El rojo de su carmín
para juntarlo al marengo
al azul al amarillo
y al verde de los barrancos.

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