domingo, 18 de junio de 2017

quijotismos

Pepe:

¿Ola de calor?
A esta cueva poco llega el calor. Aqui el calor es como Agarfa en el poema guanche, traducido a la ligera:

Para qué quiero gofio ni vino
si Agarfa no quiere mirarme.

Poesía no falta. Está en todas partes.
En el huerto y en el vertedero. En el perfume y en el veneno. A mí la que más me agrada es la de amor. La poesía de amor libélula, no la de cucaracha volona. Esta última abunda, la otra es más escasa. Yo la he encontrado en poetas tan distintos como Carriego y Li-Po. Bueno, nunca se sabe. A Li-Po habría que oírlo en chino. En fin, mucho hablar pero poco conocer.

Estos domingos de la cárcel... decía una letra que cantaba un amigo en los años 70.
¿Qué será de Agarfa? La imagino mirando por el ventanal el barranco, el sitio donde creía que había escondido un tesoro, y se preguntaba quién lo irá a buscar conmigo. Yo no me ofrecí. Me quedé con las ganas. Ella se creyó elegida de Dios y Emperatriz del Universo. Yo lo creo, pero sé que tú no. Dices que lo mío es síndrome de don quijote. Veo una dulcinea donde sólo hay una mujer.
No es así. Veo a Agarfa en cuerpo y alma. Y la veo como mujer. Como dulcinea menos. La quiero porque es fuerte y se sobrepone. No por su fantasía. Pero yo también caía en fantasías. Creí estar hilando una alfombra mágica. Con poemas, otro hilo no tengo. Don Quijote despertó de su delirio cuando estaba moribundo, cansado de los palos de la vida. Se acabó Dulcinea y se acabó el Toboso. Ni campesina ni princesa. Fue su domingo de la cárcel. Se despidió de Sancho y cerró los ojos.


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