martes, 22 de agosto de 2017

después del eclipse

El papa ... habló con el hombre que lo quiso matar y lo disculpó. Este hombre, ..., con el tiempo se hizo católico y quiso ser sacerdote.
El vecino Nicolás ayer me contó que habían abatido a un musulmán.


Mi hermana dice que ya puedo hablar en zajarih con mi sobrino nieto, porque él ya sabe bien el español. El nombre del idioma lo descubrió mi cuñado Raimundo. No siempre es el amigo el que trae una revelación, sino que a veces Dios manda al adversario como aliado. Dios tiene esas bromas.

Quien descubre el nombre de las cosas, las posee. Esto lo leí en una de las historias del recipiente sagrado, del que bebió Cristo el vino de la cena. Hitler buscó ese recipiente. Pero se equivocó de camino. El recipiente era de barro, no de oro con piedras preciosas.

--Ay, usted está loco... --dice la modelo.
Sin embargo le agrada la figura restaurada de la mujer vietnamita.
Me cuenta que de niña pastoreaba ovejas, y ya hablaba con Dios.
--¿Y Dios hablaba contigo?
--Bueno, yo sentía cosas.
Me dice que lea San Juan. El evangelio según San Juan.

A veces me entra la rabia, y procuro imaginar una mazmorra donde lo colérico se pega cabezazos contra las paredes y muerde el herrumbre de las rejas. Estar pendiente de una palabra dada en vano, perder a la mujer que amo por tonto y desabrido... este tipo de tonterías  provoca la infame rabia.
--Tienes que limpiar tus pecados.
--Yo ya no tengo pecados, sólo de pensamiento.
--Esos son los primeros que hay que eliminar. Lea San Juan.
--Posa. Sí, así... bueno, vale, así... bueno, como tú quieras.
--Total, no voy a parecerme en nada.

Esta vez el cuadro recoge cuatro esquinas del mundo. El Jardín, el Refugio, el Laberinto y la Prisión. La modelo está en lo que se supone que es el cielo. No se la ve a simple vista.

Hojeo el evangelio de San Juan. ¿Es el más simplón de todos o el diablo me está chirriando la oreja?
Salto a San Lucas.

Cuando vas junto con tu contrario a querellarte ante el magistrado, haz en el camino todo lo posible por librarte de él, no sea que por fuerza te lleve al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
Porque yo te aseguro que de ella no saldrás, hasta que hayas pagado el último maravedí.

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