jueves, 17 de agosto de 2017

Variados temas

Simbad el marino
sin calzoncillos
se tiró al mar,
le mordió la cuca
un calamar.
Coño Florido
se puso a llorar,
mi ingrato amigo
no puede follar.
Quién busco yo
que pueda calmar
el pobre dolor
de mi corazón.
Maldita la mar
y el calamar
que dejó malherido
a Simbad el marino
que me daba amor.
No llores, Coño Florido.
Navegamos
chez Aladino,
me presta la lámpara
y problema resuelto.

Ay, Pepe, hasta pa escribir tonterías hay que ser un poco inteligente. Soltar la tontería unos, la violencia otros, es tan necesario como que el Sol este ahí. El humanismo no está mal, pero  no pocas veces hace más daño que bien. Guárdenos el Cielo de los bondadosos recalcitrantes.
Cara de bondadoso tiene el presidente del Gobierno autónomo de aquí.
--No tengan miedo, mis niños (y mis niñas), hay que acostumbrarse, es el calentamiento global...
Y lo gracioso es que tiene razón. Acostumbrarse a vivir entre la mierda es una costumbre vieja. La utopía es establecer vasos comunicantes entre la basura y la agricultura, pero no sé lo que es peor, si el utópico o el bondadoso.
Y luego vienen los místicos del silencio. Qué bonito es el silencio. En boca cerrada no entran moscas.
Al buen callar lo llaman Chito. Etc. Tostones místicos que habría que pasar por la máquina Letras Arias, para que queden más pulidos y luzcan mejor. Una mierda lo de pensar tres veces lo que quieres decir. Dilo y ya está, y si no, jódete. Es como pensar tres veces si vas o no cuando te entran ganas de obrar, de dar del cuerpo.
Hay victorias y hay derrotas. Me está entrando el síndrome de Nabokov, que veía figuras en las paredes. Bueno, eso ya lo tenía. Muchos cuadros de primer aprendizaje no fueron sino marcar y colorear figuras en trazos caóticos. Ahora acabo --es un decir-- dos cuadros. Uno hecho con la delicadeza que soy capaz, es decir, procurando calibrar los  pasos. El otro está en el reverso de otro cuadro. Lo usé para limpiar el pincel y apareció una escena. En fin,  Voy al Komo Komo. La preciosa mujer hija del  dueño me  llama mi  amor. No me hago ilusiones. Unos 50 escalones de cemento separan esta casa del Komo Komo. En cada escalón hay un cuadro. Marcas las líneas y das un poco de color y tienes un cuadro. Mi madre. Un filón. Todos los días los veo. Porque me gusta ir al Komo Komo y me digan Lo siento, mi amor, no te lo puedo  dar como tú quieres.
Al margen del amor, simple deseo,  nada, tampoco nada. Y las tentaciones mejor evitarlas. He ensayado al  menos el verso  amoroso cínico. Te quiero pero no te amo pero  te escribo como si te amara. Como el cuento del pastorcito. Además de canalla, idiota. Conviertes el  oro en carbón. Alquimia al revés. No es plan. Hay modos más sencillos de decir las cosas, modos negociables, sin necesidad de estar enredando como una serpiente. Una cosa es ser santo con tendencia al cinismo, y otra actuar como un político. Bueno, etapas.
Entra Luis de visita. Lo invito a un vino. Me cuenta la comedia dramática del mundo por los cuatro puntos cardinales. Luis es buen jardinero, fue buen sindicalista --eso dice--, buen legionario no sé si fue, porque ya entonces creo que tenía la cabeza en la izquierda, a favor de Maduro. Hoy nombró a Maduro, a Lula, a Cárdenas, y poco menos que tiene en un pedestal a Kim. Kim, el que le da trompadas a Trump y lo deja bailando.
Le pregunto cómo gestionan aquí la basura. Urbaser, el Cacique no sé qué... Una enciclopedia Luis.
Tres horas  hablando. Me acordé del Komo Komo y... ay, un poco  de silencio. ¿Quién decía que el silencio era perjudicial?
Bueno, ya me alargo mucho. Ahora mejor  espero tu contesta.

Chito


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