domingo, 7 de abril de 2019

Cada cual arrastra su sombra. Cierto.
La sombra es al cuerpo lo que el recuerdo a la memoria.

Ayer con Sita y Ramón. Hoy con Marcelino. Por la tarde conversación con doña Teresa en el asiento frente a su casa.

Elena se queja de que no esté con ella los viernes. ¿Para qué quiere que esté?

Aroma parece atisbar lo que realmente sucede.

Calvario da señales pero no le escribo. No le escribo a nadie. Ni siquiera por interés comercial.

Trabajo los injertos de cuentos pornográficos baratos con cuentos de Borges. A veces casi presiento que el autor argentino me está usando. Que su fantasma me tiene como ayudante en la elaboración de ese trabajo. Aún no está terminado. Queda tela que bordar.

El cuento de Sita, de su viaje a Egipto, es imagen del mundo. Ramón narraba cómo la luz danzaba entrando en las pirámides, y Sita dibujó la estampa de un perro, una raza especial de perro, comiéndose a un caballo muerto a la orilla del río.

--Y los niños bañándose en el río.

Días de letargo. Me despierta el material del mexicano. Estaría bien combinado con un pastel de manzana de Charco del Pino. Mejor lo olvido.

Noche tranquila con Marcelino. Le conté episodios de Naranja Mecánica.
--La tienes atravesada.
No. Simplemente es motivo de atención. Su ansia de poder, su sentirse madre superiora, y su energía envidiable. Digna de atención. Sí, lo que veo en ella no es atractivo. Pero: esa falta de atractivo la hace atractiva. Qué paradoja.

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