sábado, 13 de abril de 2019

No sé por qué, me intereso por Miguel Servet. En realidad buscaba a Calvino (conocer mejor su idea del dinero) y me salió su disputa con Servet.

Por empecinarse en que Dios era todo
lo quemaron por hereje

Descubrió la circulación pulmonar de la sangre
y que la Trinidad es un monstruo de tres cabezas.
Fue castrado a la edad de cinco años
y era dialécticamente intolerante.

Y es lo primero que leo. Si sigo, hago una epopeya. Hay de todo, a favor de Calvino, a favor de Servet, en contra de ninguno, etc. Me llamó la atención una cuestión escolástica sobre el insulto. La necesidad del insulto. Recordé los que yo proferí ayer. Más o menos del estilo de los que Servet profirió contra Calvino. Lo puso como un trapo de limpiar mierda.

El vecino Nicolás me llama esta mañana a la puerta. Para hablar del caso de la pitanga y el nido de mirlos. Me dice que su mujer, cuando vio el arbusto como lo dejaron, cogió un disgusto. Y él también. ¿Qué te pasa en el ojo?, me pregunta mientras vigilamos al mirlo con lombrices en el pico. Lo tienes rojo, mírate al espejo. Más tarde Esteban el cazador me dice que me ponga agua hervida con pétalos de rosa. Evito hacer el chiste con hervida. Ibrahim me dice que eso es por el cabreo.

El jardinero no ha salid hoy nada a la calle, y no ha aparecido su ayudante. Lo imagino no sé si derrumbado  o velando armas. Se portó como el ballestero del romance. Bueno, algo menos. Ibrahim dice que si no cogieron con la mano el nido, los padres no lo abandonan. Eso parece.
--Pero lo dejaron al aire. Lo malo si viene una coruja.

Habrá que esperar.

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