domingo, 21 de abril de 2019

La vida sigue igual. La vida es una tómbola. Vive que son tres días y dos llueve. ¿Iré a la barbería? Debería. Esta barba no soy yo. ¿Quién soy yo? Coño, soy el autor de las coplas de Juan Cabrón. Esa obrita es un almendro florido. Ópera bufa. Última poesía del campo. Cuando algo noble se vuelve mánido y lo usan los innobles, el paso siguiente es el cinismo. Eso es La Celestina al amor cortés. Pero la obra tiene piedad por Melibea y, con su muerte heroica, rescata aquello que ha venido atacando. Esa piedad tampoco la pudo evitar Cervantes en la burla que hizo de su personaje. Lo hace morir como hombre y no como payaso (por muy sabios que sean los payasos), de la misma manera que devuelve la cordura al Licenciado Vidrieras. Donde no hay piedad de ninguna clase --siguiendo con Cervantes-- es en El Celoso Extremeño. El marido celoso queda como un tonto rematado y su esposa como una burladora con un ingenio mayor que el de Juan Tenorio. La literatura se alimenta de la literatura, lo dijo Stevenson (punto redondo). Lo escribió en la discusión epistolar que tuvo con Henry James. Este decía que la literatura se alimentaba de la vida. Stevenson le contestó: "La literatura refleja algo de la vida, muy poco, pero se alimenta de la literatura --él había escrito La Isla del Tesoro gracias a Los Tres Mosqueteros, y le aconsejó a James que escribiera sus novelas psicológicas como si fuesen novelas de aventuras. Henry James se enfadó pero luego los dos fueron amigos. Y los dos escribieron novela psicológica --El Dctor Jeckil y Otra Vuelta de Tuerca--. En las dos el deseo sexual lleva a la destrucción del orden, al caos. El deseo de la institutriz hacia el niño en Otra Vuelta de Tuerca y la pasión criminal de mister Hyde en la novela de Stevenson. En todos los casos nombrados, cuando los contrarios se alían la obra termina bien, y cuando no, termina mal. Y se acabó la clase por hoy.

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