martes, 21 de septiembre de 2010

africano (y Medioeuro)

Marclino me lleva al huerto. Al bar de lo negros. No le ronpen la cara porque yo soy negro. Judíó, chino y negro.Y ahora me voy a acostar.Mañana será otro día. Dos euros. Soyafricano.

***
hago ahora el cuento, después de leer el comentario de la oyente, que constrasta felizmente con su actitud de ayer línea móvil, y me devuelve la respiración, el aire que me quitó un archivo adjunto que me envía la catalana, a palo seco. Se trata de un supuesto reportaje donde un niño árabe, armado con un cuchillo, le corta el cuello y la cabeza a un judío que otras personas humanas sujetan contra el suelo. Se titula "la crueldad del islam". El niño, si no es montaje, mató al desgraciado con la misma tranquilidad que degüellan a un animal. El vídeo no es ni para enviárselo a un enemigo, y probablemente lo elimine pronto de este ordenador.
Mi padre me llama para comer. Así que dejo el cuento para después, y si puedo, la respuesta al poema de Campanilla y a la oyente.
***
DOS EUROS

En el bar de los espejos nos vimos Javier, Juan, Anghel, Ignacio Gaspar y un servidor. Ramón se incorporó ya dentro de la emisora.
--Está enfadado porque lo llamaste rata --dijo Juan.
--Y él me llamó fascista y serpiente venenosa...
En fin, riña entre gente que se ama. Me recuerda aquel poema de Catulo (cito de memoria):

¿Por qué sé que Lesbia me ama?
Porque siempre habla mal de mí.
No, no te extrañes, amigo,
yo no hago sino hablar mal de ella,
y que me la corten si no la amo.

El programa bien, con un escritor de altura, uno de los grandes de nuestras letras, Ignacio Gaspar, pero demasiado apacible para mi gusto, dañado por las contrariedades con los hermanos.
Juan se fue enseguida cuando dieron las siete, y Javier e Ignacio después, y nos quedamos Ramón y yo un rato, otra vez en los espejos. Dos rondas. Ron yo, él cerveza. Seis euros. Conversación, el monotema del mes de septiembre. Ya de noche pasé por casa de Marcelino. Habitación regada de libros. No me pudo prestar el de Silver Kane porque aún lo está leyendo. Pero me llevo, después de salir a comprar una botella de Aldea al Bulevar, uno de cuentos de Anton Chéjov, otro autor que tengo en mi ermita de santos escritores. Un par de horas más tardes subimos al Parra, a hablar de la radio y de nustro autor del Parra. Marcelino comentó que el programa salió bastante bien, pero llora la ausencia de nuestro hombre y autor. Elevamos su obra, sobre todo la narrativa, como si estuviésemos fabricando una necrológica. Lamentamos no verlo por allí, en la presunción de que a Marcelino no le tiene más que la animadversión normal en él. A su salud bebimos un ron que se llama Bucanero, como el barco que el oyente está en tratos para comprarlo. Nos preguntamos cómo vería nuestro hombre las palabras "bucanero", "pirata" y "corsario"... Marcelino tiene su propia idea semántica: Bucanero es el pirata de tierra, y corsario algo parecido al mercenario, o al antiguo soldado de fortuna. No sé, él es el hombre de mar. Como el Fatiga, harto de ir al atún y pasar noches en vela viendo agua, y agua, y agua, agua por todos lados y nadie con quien hablar, porque todos los demás pescadores están durmiendo.
Marcel me cuenta que nuestro amigo C., otro oyente, el independentista de la disputa antigua con Lizundia en el mismo pub, también tiene sus opiniones: según le contó, "ahí --en La Puerta--
el único que vale es el gallego". Vaya con el charlante Charlín, gana enteros por todos lados. Cuando hablé con él el pasado sábado del 0-2, le dije que "estoy amargado". Lo había llamado Ramón, y subíamos caminando por la calle Miraflores, que ya no es lo que fue pero algo queda. "No te preocupes, Jesús --dijo Charlín--, si Lizundia no quiere ir que no vaya. Cuando yo vuelva a la isla, ya verás como levanto el programa". Y Ramón pensando en la factura del teléfono, y Charlín sin querer oír que mi amargura era por el 0-2, aunque también por la huida de Lizundia, qué diablos. El viento es mi aliado y me agradan los vendavales.
Cuatro bucaneros. 16 euros. Y en honor de Lizundia. Hay que ver! Luego cambiamos de tema y subimos al bar de los negros. Una chica preciosa en el mostrador, y unos treinta africanos repartidos por las mesas, y al otro lado, el futbolín con machangos pintados con los colores del Real Madrid y el Barcelona. Marcelino aún no ha superado moralmente una cuerada que le di en la navidad del 2008. En este lugar paramos también aquella noche. El oyente esa noche derrotó a doce negros jugando al futbolín. Pero cuando me tocó el turno, ya yo era el único que quedaba por jugar, enseguida le bajé los humos. Lo tiene clavado en el alma. No veía la hora de la revancha.
--Hay que meter cincuenta céntimos --le dijo la chica.--... no, aquí en la caja no tengo monedas de cincuenta...
--¿Tiene alguno de ustedes para cambiarme? --interpeló Marcelino al personal, dos comiendo y los otros viendo el deporte en la tele. Sepulcral silencio, miradas retadoras, con machetes brillantes en los ojos. Tuve que hacerme visible para apaciguar al negrerío airado. Eso me complace. Pero a falta de medio euro, el viejo amigo se libró de volver a morder el polvo de la amarga derrota. Cuatro vasos de Santa Teresa, 2-2, 0cho euros. Saqué los diez que tenía en el bolsillo y la preciosa muchacha me devolvió dos euros y una sonrisa de sol de primavera. Incluso, en su idioma, espantó a dos fornidos que aún miraban aviesos a Marcelino. Mientras salíamos, palmeé las espaldas de los aún enfadados, para que se calmaran. Los dejé calmados. Mi buena obra del día.
Cuando regresaba en el maltratado Clio por la carretera a San Andrés sonó el móvil. Pienso que es Marcelino, que encontró medio euro, para que dé la vuelta y volvamos al bar de los africanos. No. Al otro lado voz de mujer. Huracanada.
--Tú sí que eres un rata de Cloaca... canalla... ¿quién es esa Campanilla? ¿qué se cree?¿por qué no la pones en su sitio?... ¿es que yo no te importo, rata asquerosa?... --La oyente de la playa haría buena pareja con Charlín, a cual más dicharachero.
Dejé el movil en el asiento de al lado, junto a la cartera, con dos euros. Tasa de alcohol por encima de lo legal, ITV sin pasar (y menos mal que mi padre le puso las ruedas de alante nuevas y el espejo retrovisor, que estaba roto)... no me arriesgo a que un coche patrulla...
Cuando llego a San Andrés, frente al Castillo, aún está despotricando la oyente. Ya me parecía que el día había sido demasiado apacible. Demasiado.
--Cariño...
--Ni cariño ni...
Dos euros. Da pa la penúltima en El Castillo. El Fatiga me devuelve medio euro. Estoy a punto de llamar a Lizundia para que me haga un préstamo, pero la memoria me recuerda que el hombre está enfadado, y además no son horas. Una de la mañana. Y Marcelino también seguramente estaba durmiendo. Puede que soñando que tenía sed, y era un lagarto del futbol, intentando comprar con medio euro al portero del equipo contrario...

En fin, y ahora tocaba contestar a esa novias de quien no las merece, pero el Thor lleva rato dando cabezazos en las rodillas, para que lo saque... En fin, no puedo quejarme: la primera ronda la pagó Juan, las dos siguientes Ramón, los 16 euros (y la botella de Aldea) Marcelino, y los diez euros que yo tenía... bueno, ya sabes demasiado.

3 comentarios:

la oyente de la playa dijo...

Eres negro o africano? o eres africano negro? Una cosa no lleva implícita la otra, creo yo.
Hay africanos blancos y negros no africanos.
Menuda mezcla, negro, chino, judío...ufff

Ya volví del sur aunque no pude ayer escuchar la radio. En la palmera estaré como cada día.

campanilla dijo...

A la oyente de la playa
que llama a Jesús canalla
y pregunta quién soy yo
solo que mire en el blog...

El catorce de febrero
dia de S. Valentín
verá que con mucho esmero
hay un poema para mi

Si con eso no le basta
pa saber de Campanilla
no precocuparse, poco falta
para que vuelva a la Isla...

Jesús Castellano dijo...

Escribo como si no me leyera nadie, pero no es cierto. Contabilizo, a ojo de buen cubero, 23 lectores. Un éxito. En cuanto a la mujer de la palmera y a la mujer de Nunca Jamás, procuraré que no se conozcan una a la otra. La restante estrategia la consultaré con Raquel (ya hice el rito que me mandó, olor a incienso de vainilla en el cuarto). Hoy, presentación del gofio (lástima que no sean otros gramos). Mejor cuento, el mío. Y a cierta distancia, el de Pacheco. Otros que limpien sus gafas empañadas. Arriba nos vemos, incluida la oyente, si no me toma a mal que no haya ido hoy a ver si estaba a la sombra de la palmera. Tuve que ir a buscar a mi hermana a la escuela de Idiomas. Ya me gustaría, saber idiomas.