lunes, 6 de agosto de 2012

el festejo I

Ay Carmen. Si no me hubiese enamorado, ya la tendría conquistada. Enamorarse es un obstáculo en el arte de la seducción. Estás perdido. A merced. Lo mismo me pasa con Clara. Pero esta otra mujer, de pensamiento florido, que parece conectada a un gps, tiene la poca virtud de ser celosa. A Carmen le puedo hablar de Clara, sin pasarme. Pero a Clara ni se me ocurra hablarle de Carmen. Las indagaciones serían peor que la gota china. Si sospecha lo que hay, me diría hasta luego lucas, a freir espárragos.
El sábado del festejo en Tacoronte tuve la mala suerte de que coincidió, invitación posterior,  con la propuesta culinaria de Zoo punto cero. Por un momento estuve pesando si no ir a Tacoronte y avisar a Clara para la cena con los animales del Zoo. Hay que saber hacer boleros cuando se ama a dos mujeres a la vez. Cosa que se puede, pero no estar en dos sitios a la vez. Hay que elegir, estamos condenados a elegir. Clara me libró de esa condena. Ese mismo sábado ella estaba comprometida a reunión de trabajo en una discoteca del Puerto. Pero tuve que anular la invitación del Zoo, con pena en el alma. A Jose no le sentó bien, sospecho. A ver cómo me redimo yo del tranque inevitable que le di a mi amigo. Espero que no haya tenido ganas de escupir sobre mi tumba.

Como estamos en una sociedad de servicios mutuos --dicen-- es natural que el amor no esté exento de interés (no como en el chiste del amigo que pregunta a un marido: "¿Tú estás con tu mujer por amor o por interés?". "Debe ser por amor, porque interés no tengo ninguno"). Mi interés con Carmen es que me ejerce de secretaria, y de maestra de modales y de urbanidad. Y con Clara, de cocinera de vez en cuando y de vez en cuando me pone en su lavadora algunas prendas de ropa. Carmen tiene también la interesante ventaja de que me ha puesto en contacto con su mundo, empezando por Pepa. Ya Pepa me lo dijo cuando la noche de Boca Cangrejo: "Nosotras somos lo mejor que tú has encontrado". Y en gran medida es verdad. No me enamoro de Pepa porque estoy enamorado de la hermana. Pero que me permita su amistad es cosa grande. Gracias a Pepa, ya un par de veces he enderazado mi natural inclinación a rumbos equívocos.
Y ahora debería empezar la crónica del sábado, con el amable arroz que cocinaba Carlos y el zurrón de gofio con que Martín entró en escena. Pero antes hubo preludios cuando viajaba en el tranvía destino la Trinidad y después en la O51 destino Tacoronte.
(continuará).
 *
Luna Negra, si no me pones velas ídem, descuida. Hay poeta pa rato, supongo.    

1 comentario:

Luna negra dijo...

Velitas negras nunca, dos velitas blancas pa la salud del Sr. Jesús, y dos velitas rosas (de mujer a mujer) pa que Clara vea "claro".