martes, 30 de junio de 2015

enigmas

Estoy en los albores de lograr, por fin, llevar a mi casa una rocca. Mi secretaria del partido me levanta un expediente si no cambio los inodoros. A mi la hediondez no me gusta, pero lo viejo no me molesta. Pienso en Duchamp. Como si no pensara. Hay que cambiar las tazas y armonizar la relación con el Partido.

En la organización secreta (?) hay ahora una tabla que duerme en un garaje. No sé si será violada por una tribu, una familia o un individuo. Tribu es lo que hubo en el cine de Los Realejos. Y familia en la calle Fleming al día siguiente. Mi grato amigo fue conmigo a la playa y me ayudó a que no me llevaran las olas... bueno, junio con sus rosas se va hoy, y mañana llega Julio. 

Vuelvo, poco a poco, a la pintura individual. En esencias me muevo entre Ramallot y Nguyen. Yo soy el maestro, el cinabrio que los une. Están obligados a compenetrarse. Fundirse uno en el otro. Cosas mías. Vuelvo a la pintura individual. Ya me gustaría hacerlo en la tabla que duerme. Cubrirla de gesso, que es el semen primordial, y luego pensar en Ramallot y en Nguyen y pintar a una modelo, que sé quién sería pero no lo digo para que una bruja no encienda goma de humo jediondo. Dices el nombre y facilitas el amor, pero también el mal hechizo. Es un enigma literario que arrastro desde hace tiempo. 
--Evita los nombres reales --me aconsejaba José Rivero Vivas.
Sin nombres reales, no hay historias reales. 

Mañana, si hay biorritmo, a probar un vino que no me acuerdo el nombre y dilucidar sobre enigmas, literarios y otros enigmas. Y después una japonesa de verano. Ok, a las 7.30 en la escalinata de Ibrahim, amigo.

Y el jueves, con mi hermana al Baño Barato. Dice que ella no puede cargar con la taza. Yo tampoco. Enigma que también hay que resolver. Todo son problemas.  

Leo a Corin Tellado. Le cambio el epílogo de la novela. Lo mejor de Corín es lo que viene después de la palabra FIN. Un cuentito de Chéjov. La que estoy leí se llama Desengaño y amor. El Epílogo presenta a los por fin casados dos semanas después de la boda. Chéjov bajó a mi habitación.
--Disculpa, maestro, como tengo todo esto.
--Nada, estoy acostumbrado a andar por la mierda --dijo--. Cambia ese epílogo, ponlo dos años después de la boda.

En eso estoy.

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