jueves, 5 de julio de 2012

préstame...

--¡Jesús! --grita Fernando desde la ventana que da a la calle. El hombre me despierta de la siesta en el sillón. El aire que entra por la ventana, lo sustituye Fernando con ese ¡jesús! que suena a rayo. Le abro la puerta.
--Jesús, tengo 280 euros... dame 20 que me faltan para... que lo trajo el tío ayer de Marruecos...
Recuerdo que el mes pasado le dejé 30, por otros motivos, y ya me ni me preguntó dónde estará ese dinero.
--Tengo 50 vendidos a uno y 5O a otro, pero tengo que hacerlo ahora... y luego te traigo los treinta y los veinte, te doy cincuenta euros y... si tú te enrollas, yo me enrollo...
--No, Fernando. No te voy a dejar nada.
--¿Cómo que no?... Jesús, enróllate que yo soy un caballero.
"Ser un caballero". Pervivió en la época de la Rambla de rosas y vinos una cosa que dijo C. de que en Africa no hay caballeros. Eran tiempos en que el independentismo era una fiesta y no una venganza contra un mal reparto de emisoras de radio.
--No te voy a dar 20 euros. Lo primero, que no tengo 20 euros.
--¿Cuánto tienes?
--Lo justo para comprar hojillas de afeitar. Estos cuatro euros y cinco en la cartera.
--Pues déjame los nueve euros...
--No.
El dame y no te doy duraba ya diez minutos. La alteración de F subía grados. De apacible buena persona se estaba transformando en nigromante furioso, pero él no era Ismael Serrano. No creo que el cantautor que las rinde de amor ande por ahí dando sablazos.
--¡Yo soy un caballero! ¡No me hagas quedar como un maricón!
--No, no y no.
--Dame lo que tengas. ¿Enséñame la cartera?
--Deja ahí esos cuatro euros.
Sus ojos ardían, sus músculos se tensaban, enseñaba los dientes, el tono de voz de cuando el árbitro nos pita un penalti que no existió.
--El nota está ahí esperándome... ¿y qué le digo?... ¿que no tengo el dinero?... pero muchacho, mira la trabada de este tío --esta vez "este tío" era yo, yo era el trabado--. No seas así, tírate el rollo... yo cojo la pesa en mi casa y vengo aquí y lo parto delante de ti...
--No.
--Estás como un paranoíco, tío...
El que estaba como un paranoico era él. Yo estaba tranquilo. Me aparto de la mesa. Si hay pelea, no quiero que se dañe el portátil. No me puedo permitir el lujo. El gigoló --en el ordenador grande, con una pantalla a la que ahora no llega la luz-- la puedo reescribir, e incluso mejor que como está, sin menos ficciones, más realística. Las cosas como fueron, sin inventos. El tema principal del personaje es el de un hombre obligado a fingir que no tiene miedo. El único miedo que no puede vencer es el de quedarse sin clientas. Sin negocio. Puedo reconstruir esa novela. Pero la que trabajo en el portátil, tengo pronto que ligar a un amigo para que me la guarde en un pendrái. Creo que es demasiado buena. Mejor que El negro y el Libro del cuervo. No me puedo permitir el lujo de perder diez años de trabajo. El portátil, desde que lo cambié de enchufe, para dejar libre una pared que Fernando se comprometió a arreglar, está haciendo cosas extrañas, se comporta como una mujer vengativa. No quiero que una estúpida pelea lo dañe antes de tiempo. Me alejo hacia un mueble donde reposan Paréntesis, Puerto Santo y Cucarachas con Chanel. Y Fernando gritando, amenazándome en mi propia casa. Algo me atormenta, de eso estoy seguro (Paréntesis, de Hosmán Amin Torres) pero no me atormenta Fernando. Sólo quiero que me devuelva los cuatro euros y se vaya de mi casa. Se pone aún más rabioso, que qué me creo yo, que por culpa mía va a quedar como un maricón...
--Toma este libro --Le enseño Puerto Santo--. Lo vendes en venite euros y luego hablamos...
--Encima tomándome el pelo, por quén me has tomado...
Hace amago de golpearme. Cojo Cucarachas con Chanel, por si tengo que metérsela en la boca antes de que vuelva a golpear, esta vez sin ningún reparo.
--No vuelvas a hacer eso. Y marchate.
No sé si le coje miedo al libro o a mí. No mucho tampoco, se marchó rabioso y ofendido, sin devolverme los cuatro euros.

2 comentarios:

Ramón Herar dijo...

Ese Fernando sí que sabe. 'Puerto Santo' en el mercado negro no valdría ni cinco euros, tal vez tres si me apuras. No tiene uno sino que pasearse un rato por le mercadillo de los domingos, sin embargo, en el mercado legal de quince euros no baja, eso seguro. ¿No te acuerdas de lo que hablábamos el otro día? Hay momentos en que el mercado negro es más efectivo y se regula mejor que el mercado legal. Pero, además, al libro de papel le está pasando como a la pobre peseta en su momento, que no valía ni lo que valía el propio metal que la representaba. El significante comiéndose al significado, que diría un viejo amigo. Así anda la curtura en estos tiempos. Pura devaluación.

Jesús Castellano dijo...

Devaluación para quien no comprenda que hay que mandar la cuiltura al carajo. hoy, sin más que hacer sino errar, vine aquí y me encuentro un cómic basado en "Informe sobre ciegos". Una pesadilla. Pero no encuentro por ningún lado a la modelo de Oscar Domínguez. Creo que voy a hacer yo el cómic sobre ese libro. El retrato en ciernes, está cogiendo forma. Luz en la oscuridad. Y sí, "no eres la única mujer en este mundo". Nadie entenderá por qué digo esto. Tú si lo entiendes, y "no me pidas imposibles". En fin. Tea. Madruigada. Y que a los antiguos les den por donde más les gusta.