miércoles, 14 de mayo de 2014



A ver por dónde empiezo yo hoy, ahora en la calle Salamanca. ¿Hablo de sentimientos o hablo de trabajo? Estamos en mayo, cuando los enamorados van a servir al amor, menos yo, que he dejado de creer en el amor y me he vuelto ballestero, matador de pajarillos. Como cuando niño en San Andrés. Cazábamos pájaros y nos los comíamos a la plancha, comelona en el barranco, acompañado del millo que birlábamos en la venta de Francisca, que tenía un saco en la puerta, a la entrada. Lagartos también cazábamos, pero no los comíamos. Una lástima. Si entonces me hubiese alimentado de lagartos en vez de pájaros, hoy sería un hombre de negocios rico y con poder, y no un pobre cantor. Así que al carajo el amor y hablaré de trabajos. Trabajos de Hércules.
Ya sé dónde renovar el DNI. Perdí un documento pero gané una obra de arte. Precio, podemos negociarlo. Mercado del tiempo, para evitar a Hacienda y sus temibles sobres negros, que no tiro a la basura sino que procuro cumplir, no por ser buen ciudadano sino porque ya me agobia esto de los sobres negros. Nube Pasajera me ayuda a solucionarlo. La invitaré, cuando pueda, una noche de luna a buscar un poema en Las Gaviotas. 
Mi amigo dice que lo alejo de Lunula. Equivocado que está si piensa eso. Hoy no hablaré de pintura sino de escritura. Mi amigo dijo hace algún tiempo, creo que a Víctor Alamo, que si alguien iba a hacer una novela grande en Canarias en este siglo, ese era yo. Ese sí que es un trabajo de Hércules. Pero sí escribo esa novela, y es posible que lo haga, es gracias a lo que he aprendido de mi amigo. En la escritura y en la animalidad de la vida. En todo caso, una obra tiene un destino ajeno al autor. 
Al autor sólo le corresponde ser listos y seguir mirando a los que son mejores que él.
Lo demás son sentimientos, cagadas de mosca.




No hay comentarios: