sábado, 17 de mayo de 2014

¿Llaves?

Con salto certero y alto
llega a la sombra del vino,
maestría de sus manos
que navegan el pincel,
color del cielo divino
hoy, mañana y ayer.
Corrijo los desatinos
si me aprende una mujer. 


--Te persiguen las llaves...
¿?
Lo único que entiendo es que me enseña la contraportada de un libro, varias llaves secretas es la imagen. Prendida senda, se llama el libro. Pocas veces he puesto ese libro (de poemas, en la corriente del Silencio) en la bibliografía. Me recuerda lo que le pasa a Juan Royo con el caso Hollywwod. Lo escribí con otro tío, que quería tener alas de poeta pero sólo las tenía de mosca verde. Me di cuenta cuando el libro quedó editado. Yo era joven todavía. En las paredes colocaba los poemas. El otro los estropeaba. Yo los volvía a arreglar, el otro a estropear. Antier lo encontré, el libro, y lo puse en la fila de obras que esperan entrar en la Máquina de Fabricar Poemas. Coges un poema malo, o mediocre que es peor, lo metes en la máquina y por el otro orificio sale una hermosa y sensual poesía en estado elevado. La máquina no la inventé yo, pero le di forma. Estoy contento. Los resultados son uno de los cuatro afluentes que fluyen hacia la Colección Animal. Último título de esta colección: Chica mala, puro fuego. Nos la presentó a Juan José, Riforfo (que vinieron de Las Palmas) y a mí la otra noche su arquitecto, JRamallo. 
Fábrica en el polo opuesto de la de ese infame y prepotente (de quiero y no puedo) Auditorio. Ayer fui a verlo por dentro.
Juan Royo no quería ir solo a oir a la Sinfónica de Tenerife y fui con él. (Curiosamente, hubo dos piezas, de un músico noruego y otra de Bramhs que me elevaron a otra realidad, dicho ahora, que he vuelto a esta realidad.)

--El precio de la libertad es la soledad --dijo Juan cuando llegó.
Yo había llegado antes. Una chica intentaba en vano, en una de las entradas al edificio, vender cupones de la Cruz Roja a encopetados señores y variadas señoras. Nada. Ni un cupón. Yo tampoco le compré. 
Llegó Juan y entramos al recibidor. Dios nos libre de estar en ese recibidor más de media hora. Te aplasta la cabeza y las ideas. El tiempo suficiente de tomar una copa de cava y dos pinchos cada uno, uno de salmón y el otro no me acuerdo, antes de subir al recinto de las butacas y la orquesta. Desde lo alto, buenas vistas hacia el Palmetum y más allá y más arriba. Palmeras sobre la montaña de la mierda. Hablé del famoso crimen con Juan. La política asesinada. Ninguna muestra (en un principio) de arrepentimiento en la presunta asesina. El Moro del bar ... contó... Bueno. Asunto delicado, cuento que es mejor dejar en el garaje por ahora. Me acuerdo de lo que me dijo Victor Roncero una vez: "Eso puedes pensarlo pero no decirlo". El Moro es quien lo pensó, no yo. Pero yo no sé si la ley me permite contarlo. No lo sé.
"Aquí mataron a un bicho", escribieron sobre la pasarela del crimen. La pintada la borraron enseguida. Y un joven que largó por internet todo lo que quiso, se arrepintió ante el juez. Caso abierto. Permanezca atento a la pantalla. 
La verdad, contra los que despotrican contra la novela negra actual --yo entre ellos--, comprender los hilos de la política es leer Una travesía a través del infierno, de Javier Hernández.
Una enseñanza política que hay que leer, Y si no, no hables de política. Cállate, mamón.
A mí, egoista e insolidario, la única política que me interesa es Soraya Saenz de Santamaría. Una mujer bella, inteligente y pequeña. Es la única a la que he oído decir lo que es necesario decir.
Decir que la amo es poco. La adoro. 











4 comentarios:

campanilla dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
campanilla dijo...
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campanilla dijo...

Jesús, seguramente tendrás más de un libro con la misma contraportada si son de la misma colección, pero éste es "De la máquina del cuento" (Gijón, 1991).
Saludos.

Jesús Castellano dijo...

Qué curioso, hablo de "La máquina de hacer versos", y aparece la de hacer cuentos. Creo que debo releer la de Bukosvki.