sábado, 28 de junio de 2014

Ausencia de grandes acontecimientos. Foguetes efímeros en las noches de verano. Ibrahim insiste en que yo tengo la culpa. Sí, yo robé el Banco de España, yo tengo privilegios fiscales europeos, yo prevariqué con los organismos de loterías del Estado para que el bombo soltara "mi número", sin fallar uno. Joder, no sé dónde meter tantos millones robados a los pobres para gastarlo con los ricos. Esta semana un jeque árabe me invita a pasarlo bien en la Selva Negra, cazando conejos. Fumando hachís, opio, esnifando cocaína. Pero nada de ron. Pos no entonces. Si no hay ron, no voy. Alá me perdone. Sin ron no olvido la mentecatez del que se ha metido a crítico de letras varias e historias al margen. Dios mío, es tan fácil desmontarle el tinglado de pensamiento esclerótico, que me da pena. Mucha pena. Pobre tarado en su engreída imbecilidad. Pero por lo pronto no puedo decir nada, ni gastar nada. Me están acechando los buenos, para joderme.  Los buenos son implacables. Los malos tenemos derecho a defendernos. No hay mejor bueno que el bueno muerto.  
Y esta noche Santa Blues. Un poco de música, por favor. Y antes el partido. En un mundial devaluado. Yo tuve la culpa. Dije en la reunión de la Fifa que los perros mordiones son contagiosos, que lo ejemplar era un castigo ejemplar. No puedo abrir la boca. Me hacen caso. Ahora no sé cómo pedirle disculpa al máquina uruguayo. No se la pido. Que se fastidie. O no. Cuatro meses desconectado. A Cristo le sobraron cuarenta días. Creo que le hice un favor. En su momento, se lo recordaré.
Chile-Brasil esta tarde. Y puesta a punto de traducciones de poetas del Oriente. Es el inicio de un largo y laborioso proyecto editorial. Los dioses están con nosotros. De esto también tengo yo la culpa. Culpa es dinero. Inocencia es pobreza. 
 

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