martes, 19 de mayo de 2015

Movilidad reducida (II)

domingo, 1 de marzo

Bajo al cíber anotaciones que hice ayer en casa, en la hoja de un cuaderno:

Con movilidad heroica no hay amigo que no exiga un examen.

20.25
Hoy no comí nada todavía. Alivia pensar que la nevera guarda las albóndigas que trajo ayer mi hermana. Y un tarro de potage.

Cortarse las uñas.

Una botella de Fuentealta vacía me sirve de papelera y cenicero. En el cuarto sólo fumo chocolate. Se acabó un polen que tenía el Loco. Ahora, peor material.

El gato mete la pata por la rendija entre la puerta y el piso. Lo comprendo. Ahora en invierno no hay cucas en la cocina. Y lo de la rata, fue una vez. Recién llegado a casa. No tiene ajeno calor animal. Lo comprendo. Ya ni hablo con él en arameo. He olvidado el idioma. Y yo no tengo más calor animal que imaginar al moro (de Fulgor del barranco) con la lavandera anarquista en la plaza Weyler en 1936. Una vez estuve con Nuyén en la plaza Weyler, hora de clase al aire libre. Fue cuando se le cayó la horchata en los muslos. Infeliz de mí, no tenía a mano un pañuelo para limpiárselos. Pude haberlo hecho con el trapo de la pintura, o con la mano. Qué torpe he sido cuando más necesité no serlo. Como con MP o GG, otros tiempos, una asturiana y la otra de Tenerife.

20.45
Me pongo el zapato izquierdo, el zapato balancín; me abrigo con ropa de calle, el anorak canelo comprado en Decatlhón. Dejo encendida la luz del baño, que ilumina la escalera. Bajo la escalera y voy a Ibrahím un rato. Hacía calor a mediodía. Frío ahora otra vez.

Me acuerdo de Antoñito y de José Rivero Vivas. A José porque tengo entre la tonga de la meanoche su novela Pálido Adalid.
Me acerco a la escalinata del bar. Suso que se va. Saludo cordial.
Juan en la barra. Único cliente. Hablamos de política. Ibrahim recoge, saca al maletero del coche sacos con borras de café; plantó un árbol y lo está cuidando.
--Lo mejor herencia que uno puede dejar es un árbol.

Se me fue la vena de las coplas y ahora alargo en casa este diario secreto. Mala estrategia. Traer notas es hacerme perder el tiempo. Copiar es un trabajo. En casa el trabajo que tengo que hacer es con La condena. Alargar este diario allí en casa ni lo agradece el estilo y no lo agradezco yo.

Carmen llamó. Me recuerda lo de ir a Icod. Mi hermana también el otro día me preguntó si podía bajar el camino. Se me hace cuesta arriba ir ahora a Icod. Allí el condenado escribe la novela de su vida con las mujeres. La condena. Ahora desalojo sus páginas de la historia que tiene que ver con El túnel. Esta es otra historia. Debe ir aparte. En La condena, lo único que hace es sobrecargarla. Me doy cuenta que una novela necesita volar. Pienso también en el Libro del cuervo. Debió terminar a la mitad, cuando llegan las furgonetas. El resto es otra historia, la historia de un lector de la anterior novela. Debe ser reescrita. No creo que me ponga. Demasiado ya con el trabajo inédito. Y bajar aquí, pero sin notas. Despistan y diluyen lo que hay. 

Me persigue el recuerdo de Brígida.

*

2 de marzo

Llamó Carmen. Fuimos a comer a Las Mercedes. Y luego a Alcampo. Agua, etc., y un pantalón de chándal. Me hacía falta.
Leo Pálido adalid, de José Rivero Vivas. Un pobre diablo leyendo la historia de otro pobre diablo.
--Las muñecas de Famosa... --canta Carmen. Me dedica la canción.
Mejor es reír. Hoy estaba el Loco por Ibrahim. 
El arte quiere seguir viviendo. Habrá que dejarlo. Antes, en la calle Salamanca, en una ferretería, compré una brocha pequeña y disolvente Titán. Voy prosperando. 
El Ateneo escribe que ya mandaron los ejemplares de Lunula. 
Le cuento a Carmen que dio señales Ramalloski. 
Nada nuevo en los blogs. De ayer a hoy no se ha movido casi ninguno. El de Martín, que lo ofrece semana a semana, parece que se está apagando. Una pena. 


3 de marzo

En el Debate de la Nación, Rajoy llama patético a Pedro Sánchez, un guaperas de la política. Más tarde, a cuenta de Grecia, Pablo Iglesias llama patético a Rajoy. Tenemos adjetivo de moda.

El gato esta mañana se puso bobo. Entró en el cuarto y primero me mordió una pierna y luego me atacó contra un brazo. Le dije de todo. A mediodía lo dejé durmiendo en la cama. Le molesta que lo eche. A la calle lo echaba, a veces lo echaba a la calle, si pudiese. El gato es gente callejera, es su naturaleza.
Ibrahim horas bajas. A pesar del empate del Tenerife, la animación ha decaído. 
Carmen me azuza para que cambie los inodoros. 
La médico Carmen Marrero anota que tengo artrosis severa. Me receta el somnifero y no me da hora para volver. 
--De operarse, tardaría más de un año.
Leo Palido adalid. Lector masoquista. Voy por la página 97 y la novela tiene 265. No me queda nada. A veces señalo aciertos aislados que rompen la general monotonía y repeticiones en el estado calamitoso de Expedito, un hombre bajito y machacado. Imagino que cuando cobijó por primera vez con Joaquina, se hicieron "novios de contacto intenso", se enamoró de su sobrina. Esos oasis aislados en una novela de prosa arenosa, son la única animación a no dejarla sobre cualquier escultura de la rambla, expuesta a un azaroso destino.
Pintan, gamberros los llama el periódico, a varias diosas griegas de un paseo del parque. El concejal de turno habla de gastos para reparar el daño. No hay tal daño. Las esculturas desangeladas cobraron ánimo. Ciudad pobre de miras. Ciudad acartonada, triste y decadente.  

+

5 de marzo
Buscaba que entrara el sol en la escalinata de Ibrahím. Ahora sé que suele hacerlo a partir de la una y veinte. Llamó Carmen. Me dijo que luego, en casa, me contaría un cotilleo. La esperanza de saber un cotilleo siempre anima a pasar el día. Pero a la hora de contarlo, el cotilleo perdió fuelle. Es como si Carmen se hubiese arrepentido de contármelo y me narró una historia sin sal. 

Javier me envía hoy un sms:

Dejas el blog? Sería una mala noticia para todos.

No le digo que lo sigo escribiendo, pero en secreto. Esto solo lo saben Carmen, Ramallo y Marcelino. Ramón no, todavía. 
Recibimos un buen número de revistas Lunula. Da para moverla. A ver qué hacemos.

Sigo leyendo Pálido adalid. En la página 103 no se puede decir que se me haya convertido en una novela de culto, pero ha adquirido un incienso religioso que no me desagrada. El desamparo de Expedito es paralelo al mío, pero con movimientos en sentidos inversos. Expedito es un capitán trueno pequeñajo emigrante sin dinero que recorre Londres con afanes de gloria inposible; en los amores no sé, no sé si se los inventa o los vive de verdad. 
Yo tengo más o menos dinero, para sobrevivir, pero ando escaso de movilidad. Me muevo por Santa Cruz dos lugares, y punto. Ni siquiera un sitio para comer de cuchara que esté bien. Todo comida entullo, desaborida. Y yo amores ahora no tengo ninguno. 
Nuyén sigue en Vietnam, y con el gato Lucas en casa mejor no pienso en conquistas artísticas.
Carmen me contempla con afecto, pero no me ama. Manuela dice que me ama, pero yo no la amo. A mi hermana no sé si la amo mucho o poco. No se esmera, pero de vez en cuando me trae algo de comer y incluso a veces una botella de vino. Hoy en la radio hablaban de morir en casa o en una residencia. Pensé en ello. Pensé en el pasado. Pero este tramo del blog no admite el pasado. Todo es presente. Y en este presente de movilidad reducida no puedo hablar mal de nadie. El que no me favorece en algo, no me perjudica en nada. El Lucas es otro cantar.

Investigación en El fulgor del barranco: Compruebo que la sucesión de cartas del Tarot, una en cada capítulo, adquiere una lógica. Se repiten varias veces los arcanos El Carro, La Rueda de la Fotuna y La Justicia. En cada capítulo marcado con El Carro, aparecen un viaje y un barco. Los que tienen La Rueda, hablan de la relación del moro con la política, con los dos bandos enfrentados. En La Justicia, la historia que junta los capítulos es la del amor del moro por la señora, por la criada Fidelina o, sobre todo, por la lavandera anarquista Candita.
Quedaron sueltas las cartas El Emperador, El Sol y El Ermitaño. Si unimos los tres capítulos, narra la llegada del moro a la isla, la protección de la señora y el destierro al cabuco (cueva del barranco) cuando la señora se casa con el enano de su primo. 

Leo en el periódico que van a arreglar la zona decrépita del puente Zurita. El Ayuntamiento. Se animará el puente de jubilados viendo las obras.   

El blog Zo.0 muestra, con un espléndido poema, al negro del barranco. 

*
6 marzo viernes
Hoy hice yo otro poema, con el viejo Paco, bin Ladem, preocupado por la entrada del sol en la escalinata. A la una y media comienza a entrar el sol por la derecha de la escalinata. Comienza el
 calor. Sigo leyendo Palido adalid. Las escenas eróticas están muy bien. La de la prima Verónica desnuda se complementa con el moro de Fulgor metiéndole mano a las tetas a la anarquista Candita. En fin, de imaginaciones me sustento. Y eso que he bajado el listón. Ya no me veo en una isla desierta con ... ni volando sin límites de tiempos ni espacio en una alfombra voladora. Ahora a veces me creo Ironside, el detective comisario de la silla de rueda. Pero no tengo silla de rueda. He visto alguna. 
Sigo la rutina. O la 919 o la 911. Hoy pensaba bajar al Tea a ver la película de Jodorosky. Una vez intenté leer una novela alegórica de este hombre y no pude. Al final me temo que la película sea un poco lo mismo, la alegoría imaginativa. No me interesa. Jodorosky me vale el tarotista. Su libro sobre el tarot de Marsella está muy bien. A mi gusto, el mejor. 
La película no sé. A lo mejor el domingo. Mañana quedé con Ramallo en su casa. Hace tiempo que no nos vemos. Espero que no lo asuste la movilidad cada día más reducida. 
Tengo un poema que escribí hará un mes, en una versión distinta a otra que no si la adjunté a las coplas de Juan Cabrón:

Ya no tengo que dar,
mándate a mudar;
el caldero está vacío.
Adiós, tángano amigo,
así es la vida animal.

Sin piedad ni cortesía.
Se acabaron boberías,
no hay flores en el jardín,
el cartel ha puesto fin
en lo que fue poesía.

No hay verso que diga nada
ni dormido sobre un burro.

Ayer, por casualidad, vi a Alejandro que daba un recital. Dentro de la Librería del Cabildo, Anghel y Pepe Marrero. Anghel buen aspecto. Me anima a que le dé la novela. Es un acicate para seguir trabajándola. Pero nada de deshojarla de la historia de María (El túnel). Si hago eso destruyo la máquina, la dejo sin funcionar. Tengo que hacer arreglos necesarios, pero de menores alcances. 
Alejandro me dice que me va a regalar un bastón, que lo avise. 


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