sábado, 29 de julio de 2017

vinoavinagrado

juan vio a Marcelino en la zona rica de Santa Pus. Hablaron de avisarme para viajar la próxima semana al Sauzal. Cultura del vino y del atardecer en el norte. A pesar de q la gestiona el Estado, versión autonómica, la casa del marqués en el Sauzal me atrae la fantasía de q yo soy el dueño del lugar. De ser cierto ese espejismo de la mente, tendría un millón de amigos y no los tres o cuatro q me kedan.

hoy desperté con vocerío en la calle. A la vecina Yeli, un familiar q va de viaje a la Gomera le trae para q los cuide un pájaro y una tortuga.
El pájaro enjaulado me hace pensar en Marcelino. No sabe qué  cantar. El hombre está sumido en la rejas de la incertidumbre. No sabe qué hará mañana, ni si tendrá mañana. Por paroxismo, la tortuga la relaciono con Juan. Magnifico novelista, de la crema novelística autóctona pero de caminar despacito a los mares de la fama y la gloria. Los que corren son los conejos, como si los persiguiera el fantasma del fracaso. No saben q el fracaso es la meta. El fracaso de hoy y de mañana.
A Marcelino no le digo q me alcance, favor q me haría, unos cuantos lienzos vírgenes. Me manda al carajo. A Juan tampoco le pido tal favor. Bastante hace con anfitrionar, qué alegría, la ida al Sauzal, y luego, vuelta a la invicta ciudad, visita a la casa de las japonesas.

No voy a la playa pero sí a la esquina de los negocios prohibidos. De camino, paso por fuera de la casa del picoleto. El hombre riega unos pimenteros. Le pregunto cómo se llama un arbusto de esplendorosas flores blancas.
--Comemierda endémico. Me tiene todo lleno de esas asquerosas flores.
Las  flores me parecen bellas. Da reparo pisarlas. Dan ganas de ir allí y tomar notas de color y líneas. Mejor no. Mucho indagaría el consuetudinario dueño del arbusto.

*

mi hermana esplendor en silla de ruedas, con una pierna escayolada.
mi cuñado Rai elegante con pajarita rojo carmín.
Salvador, el novio, en su papel resolutivo de hombre de la Victoria.
Eva recogió el ramo de la novia...

Famara in illo tempore me pidió un poema.

Menos mal que no se acordó porque el poema, mi regalo de boda, lo soñé una noche pero cuando desperté no tuve la suerte del poeta inglés q soñó un gran poema y por el día lo copió, tal cual, verso a verso.
Tenía opción de hacerle una décima académica. Pero hay poemas que no admiten lo académico. Además, en medio del baile un amigo del novio recitó unas coplas de sus andanzas cuando andaban libres por el mundo. Un ripio tras otro, maravilloso. Además yo había pensado un cuadro. Pero ya le regalé uno y hizo como mi amiga de Tacoronte, lo  guardó en la despensa. Por lo menos en el hotel botánico tienen los aguiar en el salón, a la vista de los clientes... Además, don Raimundo, abuelo de la novia, les regalaba un cuadro de pintor canario de 700 euros. Mejor evitar comparaciones.
Que me iluminen, a ver si acierto con el regalo postergado. El regalo práctico es dinero. El espiritual es más difícil. Sí, el dinero está difícil. Pero el espíritu más.

Un mandamiento es escribir como si confesaras con el cura. Cuando yo confesaba no le decía al confesor toda la verdad, pero lo q le decía había sido verdad. Ramón, con su alegoría del turista sagrado, me ha dejado pensando en parábolas. El novelista como confesante y el lector como confesor. Los confesores son buenos si hacen público el cuento de la confesión. No en balde, ahora caigo, el novelista Javier llama obispo a Eduardo García Rojas. Confesor fiable, sabe hacer el cuento de lo leído.

*

Avisa Marcelino, si kiero ir al cine. Sí, quiero. TEA. Lady Macbeth. Ciclo de Cine Feminista. Varias frases en la crítica propagandística de la hoja volandera nos dejan en órbita.
"... combinando de manera orgánica un sensual dinamismo de cámara con composiciones cartesianas y rigurosos encuadres en plano general...".
"A medio camino entre las más salvaje sensatez y la más ordenada locura."
--Esto es como el desatino controlado de don Juan --se acuerda Marcelino de los primeros libros de Castaneda.
Salimos medio desencantados. Película pictórica, de movimientos lentos, cielos encapotados.
En el Gato Gordo está el hombre recogiendo las mesas, su bicicleta atada a una columna. El gato no está. Vamos a uno que hacen tortillas. Calor, terraza. Tortilla con almogrote y vino con...
--tiene sabor a tierra...
y a conatos de avinagrándose.
Una muchacha me sonríe mientras manipula una silla de una mesa a otra. Curioso ejemplar de la especie. Dos bellezas encontradas en  un mismo ser.  Un rostro aristocrático y unas piernas de campesina. Otra, sentada, se acaricia las rodillas...
Pasa lady Macbeth, sin brujas q vaticinen desgracia. Mata al suegro, mata al marido, mata al niño que el marido sembró en otra mujer, mata al amante. Y hasta, es de suponer, mata al gato. Al final reina ella en la hacienda, sentada en el sillón de  los crímenes, mientras los cadáveres duermen el sueño eterno en el bosque...
La noche pasa, pasa el tranvía...

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