sábado, 1 de julio de 2017

más pinturas

Viejo

Llama la curiosidad los compases de la danza del destino. Destino individual en este caso.
En trabajando en la editorial Jucar, leí libros que disfrutaba ganándome el sueldo con la lectura. No sólo descubrí allí a Jim Thompson y a Rubén Fonseca, entre otros autores más que apreciables, sino que me ilustré con cosas de teosofía y antropología. De esta última materia, recuerdo especialmente a Malinowski y a otro que contaba sus avatares en un pueblo marroquí. De Malinowski leí una obra de su estancia en Tenerife.
Pero vamos a lo que quería contarte. El caso la rosa azul. Ayer vi aquí varias obras de Mondrian antes de ser totalmente devoto de los cuadraditos con colores primarios y negro. Su etapa figurativa, desconocida hasta ahora. Entre ellos especialmente Rosa azul. Yo pasé una larga temporada que, por influencia de Mondrian, no pintaba sino cuadrados sobre la superficie. No con la delicadeza del pintor teosófico.
Significativos, en mi sentir, están dos cuadros. Uno lo conserva, supongo, la escritora Candelaria Quintero. Es un cuadro muy bueno, porque el autor que le dio el aroma a ese cuadro fue el viento. Yo había  usado bastante óleo en la composición. Quedó agradable de ver, sin más. Lo saqué al balcón para que secara, lo puse sobre hojas de periódicos. El viento, muy fuerte, hizo que las hojas flagelaran sin contemplaciones, durante un día entero, la pintura. La cosa adquirió una textura que yo no hubiese conseguido ni por asomo.
El otro no recibió la ayuda del viento. Quedó más humilde. Está en casa de mi hermana, sobre la nevera. En este caso el azar también ha jugado, sin embargo, su papel. Mi hermana pintó la cocina, pintura de brocha gorda, de blanco, y una gota cayó sobre el cuadro. Allí está. Lo curioso en este caso es que una de las reglas de Mondrian era la ausencia del blanco. En fin, enigmas nunca faltan.

Ayer estuve viendo obras de Delacroix y Rembrant. No gocé el asombro que tuvo Van Gogh. Más bien comprendí a Ingrid en su rechazo a Delacroix. Y me acordé de la copia libre que hice de La gran odalisca. La tiene nuestra amiga Carmen. No sé dónde. Si en el sótano o en el cuarto de los trastos. Hace tiempo que no tengo la suerte de ir a su casa, espléndida, acogedora, agradable.
Ay, Pepe. Todavía estamos en párvulo. En los inicios de un largo camino no siempre fácil de andar.
La novelita de marras está más avanzada. En cuanto vengas por casa, coges una copia. Tu plan me anima a sacarla a flote. Y no digo más nada.
A fuego lento tengo unas lentejas. Pero me quedé sin vino. A ver si mi cuñado cumple y me trae un bukái de su cosecha. Un buen vino ayuda a comer. Y la materia de Jabalí ayuda a trabajar. Pero me da corte llamar al amigo sólo cuando necesito materia.
La Serpiente, leí en un libro barato, es diestra en hacer que los otros trabajen para ella. Menos mal que lo que da a cambio, si no tiene negra el alma, no es velula. Bueno, Pepe, sin  más historias. No demores mucho la visita. Con los demás animales, si es posible. Me pregunto que estará haciendo Cachibuche. ¿Se habrá dado al paisaje? ¿Estará en dique seco?...
Me pregunto que será de Intuición. ¿Habrá rencontrado el rumbo sereno y místico o seguirá llorando lágrimas verdes?

El gato apacible ha encontrado acomodo junto a la tabaiba. Prefiere la tierra a un colchón.Por si acaso, es hora de cerrar la puerta de la calle. Y de parar de tanta misiva seguida.

Esperando noticias tuyas...

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