miércoles, 8 de septiembre de 2021

 Los bondadosos necesitan malvados para justificar su bondad. Pensamiento cliché. A la mínima se ponen a mear su bondad. Azufre. 

Nicolás está obsesionado con el loco que visita la calle. Vestido estrafalario. Habla solo, en voz muy alta. Tiene miedo de que yo le dé conversación. Y si se la doy ¿qué? Si nombro a alguien, algún vecino, por esto o por lo otro, me dice que me calle porque me pueden oír, aunque la conversación sea dentro de mi casa. He tenido que llamarle la atención. No hasta el punto de enfadarme. Ya llevo demasiados enfados seguidos. Pero que no se pase. No está bien eso de medir las palabras con un amigo, para eso mejor es no tenerlo. Si alguien me molesta, lo evito en la medida de lo posible. Si con alguien no puedo hablar de esto o de lo otro, prefiero no hablar. No me gustan los juicios de valor, ni que me digan lo que está bien o lo que está mal. Si yo no lo sé, peor para mí. 

Veo a Nguyen. Su libro es fruto de un sueño que tuvo. Está convencida de que lo que ha visto es cierto. No es la primera persona que tiene una visión que a los demás no les cabe en la cabeza. El libro, a estos cuerdos aclimatados a la cordura, hay que presentarlo como una fantasía. En cierto modo lo es. Una fantasía inédita. Una visión de la ciudad de Santa Cruz que nadie se creerá, pero está ahí, como están los cuentos de las Mil y una noches, como está La noche de Walburga o Alicia al otro lado del espejo. Percepciones que amplían el mundo o nos sacan de la constante apariencia, de eso que damos por hecho como realidad. Los escritores de estos libros no estaban escribiendo fantasías, sino realidades sólo percibidas por ellos, no eran Julio Verne imaginando un viaje a la luna.

En fin, tanto juicio cliché cansa un poco, sea sobre un loco que habla solo o sea sobre la efectividad de la vacuna. Nadie sabe, pero todos hablamos como si supiésemos. Señor, dónde estarán los ignorantes, dónde se esconden.

Sigo con los cuentos. A veces pienso que están bien, que tienen su cosa, y otra veces siento que no son nada del otro mundo. ¿Trabajo perdido? No lo sé.


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