lunes, 13 de septiembre de 2021

una cosa y otras

 Subo por la callejuela a oscuras. Olor a quemado. Nicolás con la puerta abierta.

--Se fue y no me dijo que había puesto el potaje al fuego.

Discutimos si todavía se puede aprovechar algo o no. Él dice que no. Yo digo que sí. Saca el caldero para afuera, para que se enfríe. Hay viento y la luna esta arriba, turbia. Estoy a punto de sacar una cuchara y probar el potaje, pero desisto, no sea que él tenga razón. 

Me da otra vez la tabarra con el bolichero que anda rondando mi casa.

--¿Estás seguro que una de las veces que dejas la llave fuera, ese nota no la cogió para hacer una copia?

Siempre se pone en lo peor. Si no es que el bolichero me va a robar el día menos pensado, es que el loco de las mallas un día menos pensado va a matar a alguien. Qué cruz.

Antes, desde Ibrahim, yo había ido con Kolo en su furgoneta al barrio perdido. Llegar allí es como atravesar un laberinto. La oscuridad es casi absoluta. Un semicírculo irregular de casas de autoconstrucción, enfrente una barandilla de hierro que da a una selva que baja hasta el fondo del barranco, y sobre las casas, suspendido en el aire de la noche, ese tubo alargado, de dos metros de diámetro, herrumbriento, que lleva la mierda de no sé dónde a no sé dónde. Estos episodios no se los cuento a Nicolás. Bonito sería. Me parece oírlo: --¿Cómo te metes en ese sitio? Un día te dan una puñalada.

Y si lo dijera una vez, vale, pero no. Hasta que no ves el cuchillo, empuñado por una mano siniestra, hundiéndose entre las costilla, este Nicolás no cesa de urdir la madeja de terror. Me dice que tenemos que seguir con la novela.

Lo estuve pensando. En vez de un emigrante de los tiempos de Venezuela, a ver si le cambio el disco y el emigrante es americano o africano, o incluso rumano, que recala en nuestro barrio y es vecino nuestro y cliente de Ibrahim. E incluso los domingos va después de las once al carrito (el kiosco) de Vicenta a comprar el pan de Perú. Nicolás lo llama así; es un pan que traen los domingos desde el barrio del Perú. Pero el nombre del pan daría juego si el emigrante es peruano. Incluso podría aportarle episodios autobiográficos. La peruana que me llevó a Güímar (bueno, la llevé yo, en el Clío que ya pasó a mejor vida) y esa noche me escondió las gafas y tuve que irme sin gafas. La dama me había contado cómo metió a quien vivía con ella en la cárcel por violencia de género. Esto merece ser narrado en detalles. Un mes después volvimos a vernos, en las fiestas de San Andrés, el año del crimen junto al Castillo. Me dijo que tenía guardada las gafas y que toda las noches le limpiaba los cristales. Fuimos otra vez al Puertito de Güímar, al apartamento donde ella vivía, propiedad del encarcelado. Qué mujer. Me contó que un tío suyo era periodista en Perú y conocía a Vargas Llosa. Esto no sé si era verdad. Pero también da juego. En fin, ya veremos porque por ahora sigo con los Injertos y Malas Hierbas. A lo que añadiré otra parte que hoy encontré por casualidad en un pendrive, y le puse título: Otras vegetaciones. Tres cuentos escritos cuando vivía en San Andrés, tres cuentos que bebieron de la realidad y que giran en torno al espacio de Bar Castillo. Me sorprendí. Después de lo Injertos (en que la unión entre el cuento vulgar y el cuento culto hizo brotar raíces y ramas insospechadas) y de Malas Hierbas, donde el cuento original se deja empapar por Chejov, Rulfo o Joyce, estas Otras vegetaciones son (cosas del juego del Tiempo) una síntesis de Injertos y Malas Hierbas. Suenan como el trueno. Con música antigua, ancestral. El más primitivo tajaraste. 

¿Habrá acabado Juan la gesta? ¿Habrá solucionado el final? ¿Seguirá Marcelino repasando su viejo libro de poemas?... Si no la estropea, esa obra merece que salga a la luz. La que ya salió, y su autora la está moviendo bien, es Las flores no se arrancan. Belén tiene, cuando escribe en verso, voz de profeta. Su poesía vuela alto. Cuando deje de ser ella misma la mina de sus versos, y lo sea el Mundo, sospecho que volará aún más alto. Candelaria no se decide a sacar su libro. Su afán perfeccionista la puede perder. Su poesía es como un remolino que estampa en una claridad absoluta. Hay voces importantes en estas islas. Algo está sucediendo en ella. ¿Estará Pepe con algo entre las manos? Completaría esta música del Mundo.

El día 16 Belén presenta Las flores en la calle Jorge Manrique (creo recodar) en el Regia Comedy. A las 8 de la noche. Número del Infinito. Si me cuadra el cuerpo, voy a ver eso.

 


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