miércoles, 9 de abril de 2025

 La polla ya no acude a la trinchera,

no puede penetrar, como piedra de catapulta,

la fortaleza asediada.

No son despiadados los dioses,

aún puedo acariciar 

y ponerme de rodillas y posar los labios

en el cubil de la paloma.


Eso si el cuerpo no está desabrido

o se ha excedido en digerir la sal,

convertido en estatua, con la mirada

en la ciudad lejana.


Viene la tormenta, hay que guarecerse.

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