jueves, 22 de septiembre de 2011

... se hicieron colores, dice el dicho. Charlín, en su novela inédita, que pretende imprimirla en breve, incluye una colección "mítica" en la que está la novela (sic) Diario de un abogado mundano. El Cuervo ha estado corrigiendo estos días las páginas de Charlín. Eso está bien. La intervención ajena puede mejorar o empeorar un texto. El Arcipreste de Hita mejoró bastantes ajenitudes en su Libro del buen amor. Ramón, a mi entender, hizo un buen trabajo, mejoró, sin agredirlo, el original. Ayer noche lo trajo a esta casa para que viese un servidor el último capítulo, que transcurre en San Andrés. En este capítulo aparecen, condenando la colección "mítica", los críticos Jerez y Roja. Este corrector, más irrespetuoso que el Cuervo, puso con esos críticos feroces a Lizundia Zamalloa, criticando ferozmente la colección donde también estaba su novela (sic).
Tres líneas que el autor, último responsable, podía aceptar o eliminar. Hoy, mientras bájabamos por Cuesta Piedra el Cuervo y éste, llamada de Charlín, convertido en un basilisco.
--¡Eso es un disparate!, ¡eso es una estupidez! ¿Cómo va Lizundia a criticar su propia novela? Eso no se le ocurre a nadie.
--Pos vale, chico, es una estupidez. Quítalo y ya está.
Vaya por Dios. La cólera se le acrecentó. En fin, que no pase lo mismo con la portada, encargada a Ramón, y el Cuervo salga más desplumado que la noche de marras en el Platillo Volante. Por el momento no le di importancia, pero de pronto me entró la rabia y golpeé con azules y rojos la portada de La vida soñada de las sirenas, última obra editada del gallego, derechazos y ganchos con la zurda. La dejé bonita y me apacigüé. No es la primera vez que repinto una portada, propia o ajena. Recuerdo ahora la mejoría que hice, después de meter la pata con el color, de Marlou Diésel, que éste editó en su día. Como buen consentido, diré a los cuatro vientos que a Jímenez, entonces director de Idea, le gustó tanto que no hizo una segunda edición de la obra de Marcelino pero se quedó con el ejemplar.
Mientras Ramón se fue al retrete, me entró el sueño. Estaba completamente en otro mundo cuando el granizdo del Cuervo me despertó. ¿Qué hace este hombre aquí?", fue mi primera pregunta. "Ah, es Ramón", lo reconocí. "¿Cómo entraste?", le pregunté. Me costó tomar conciencia de que había entrado conmigo. Ni el café logró espabilarme. Zombi estuve en el Tea, en la charla de Goytisolo acompañado de Jérez y Robayna. Bueno, tuvo su interés. Allí vimos a Sergio Barreto, flamante premio Emeterio Gutiérrez Albelo. Seguramente el domingo iré pa Icod y si me acuerdo llevo a la casa del poeta un ejemplar de la Lunula dedicada enteramente a Canarias donde se publican algunos poemas del Enigma del invitado. Vimos también a Juan Royo. Él, esponjado con la quimioterapia, y yo con el despertar inmundo. Pasamos un rato solariego en una terraza. Esperemos que la próxima vez estemos más despiertos ambos los tres. Y esto es todo por hoy. Mañana tengo trámites.

2 comentarios:

el escritor escondido dijo...

Eso del consentido ¿es como una querida pero con un plus?

Jesús Castellano dijo...

Mañana te lo cuento. Te adelanto que un un daltonismo verbal, entre otros, del nahualt, aunque la maternidad del término viene de XY. Me gusta porque parezco tener sentido, aunque sé que no va por ahí el significante.