viernes, 9 de septiembre de 2011

Conoces a una persona en que cada encuentro acrecienta la empatía, en este caso un escritor que lees con asiduidad, que destapa la caja de los truenos pero al que quizá le falta aún tiempo y desapego para romper el cristal. Hablo de Nuestro Amado Líder. Gracias a él, hoy Chito respiró con todas las branquias como un pez en sus aguas naturales. Me doy cuenta, leyendo a José Antonio Manzano que quien conoce a los peces conoce a los hombres. Hoy fue mi abogado y conocí como un buen defensor es capaz de espantar la anomia de su defendido y hacer que se comporte como es menester. Si no hubiera sido así, Chito, que no perdona pero olvida, hubiese recordado y se hubiese fajado con el pez tamboril marido de Mirella en una nueva discusión de mentecatos. Pero José Antonio, sin imponerlo, sólo con la emanación de su personalidad, hace que el defendido se comporte y además sabe tratar con la parte contraria. No es sólo el conocimiento de las leyes y las costumbres de la Justicia lo que hace a un buen abogado, sino saber dialogar con todos los implicados en el proceso. Más vale un buen acuerdo que un fatigoso juicio. Si hubiese sido por el pez tamboril, con su sombrero de paja y sueños de lombrices, una guerra desgastante se hubiese iniciado hoy. Esta vez, cuando el codicioso quiso actuar según su voluntad, el acuerdo ya estaba firmado. La discusión posterior ya era baladi. En otras circunstancias, Chito hubiese caído en ella. Pero la presencia de Manzano, sutil como una brisa marina, impuso cordura, saber estar. Y por esta vez Chito y su hermana Mirella no tuvieron motivos para más marejadas. Otras batallas reclama la vida, y otros consejos susurra la carta sin nombre. Gracias, amigo. No digo que me salvaste la vida, pero sí el pellejo.

1 comentario:

el escritor escondido dijo...

1.- Yo: tratando de comer poco, y tu engordando mi ego con tus halagos que no merezco.
2.- Tu: eres más listo que el hambre, y bien sabes que no hice nada especial, sólo poner un poco de paz fraternal.
3.- El: lo primero que le comenté a Lizundia ese Viernes fue, menos mal que no acudí a la Notaría con mi sombrero Panamá, que también lo tengo. Nada me gustaría menos que ser confundido por la Plaza del Chicharro disfrazado de pez tamboril.
4.- Nosotros: tenemos que terminar de arreglar el asunto, y cada mochuelo a su olivo.
5.- Ustedes: verán.
6.- Ellos: las prefieren gordas. Saludos.