viernes, 23 de septiembre de 2011

Hoy varios frentes mentales. Si vuelvo a nacer, quiero ser analfabeto. En fin, interés intelectivo. Pero cuando pienso que la tecla a de este portátil se derruía cuando lo tenía en el otro cuarto --sobre el libro Ortografía y ortotipografía del español actual, de Martínez de Sousa--, y ahora ya funciona sin mácula, desde que lo devolví a la mesa escolar donde estaba antes, junto a una ventana que da a los jardines de la calle.
Fui otra vez al Tea. Un negro autor, francés de origen africano, famoso por su novela Puta vida, responde preguntas tópicas de Jérez. El aparato traductor lo pongo en una voz encantadora de mujer que pronuncia palabras en portugués brasileño y en español. Muevo un cursor y me sale un traductor español normal, voz masculina que me hiere los oídos. Lo devuelvo a la brasileña. Por allí cerca veo a Juan Royo.
--Te invito al japonés --propone Juan.
Pensaba quedarme a ver el documental, pero la cocina japonesa me hace cambiar de idea. Estamos un poquito más animados que ayer. Juan, con disciplina germánica, se somete a la quimio sin fallar ni una dosis. En este tiempo ha escrito dos novelas y dos libros de cuentos...
--Es como si de pronto hubiese envejecido veinte años, y ahora me siento veinte años más viejo... ganas de terminar con esto y poder volver a beber...
--Báñate con agua fría.
No es la primera vez que se lo digo. Ni caso.
Me cuenta que vio a Anghel esta mañana en el hospital. "Me van a quitar un pedazo de intestino", le dijo.
El restaurante está lleno. Juan pide, excelente comida, y una tónica para él y un vino para mí, exquisito. Nos colocan frente al cocinero. Hace la comida con un soplete, maravilloso.
Sólo faltaron los azucarillos con frases, como el otro día en el Franco, del Coromoto. El Cuervo intentó conquistar a la camarera, leyendo las ocurrencias de los genios que en el mundo han sido. Míster Herar obsesionado con conseguir corazones.
--En los chinos venden...
--Bah, esos son corazones de amor. Yo los quiero realistas...
Y Juan --volviendo a hoy-- me dice que me va a pasar una novela de Goytisolo. Me bajo del tranvía en el puente Zurita. Cuando voy llegando a mi calle, sudando como la gloria, oigo.
--¡Castellano!
Es Iván Morales, que vino a buscar a la novia, en la calle paralela a ésta, noche que invita a dar un paseo con una mujer. Preocupado por su padre. Anghel es el que menos parece preocupado por sí mismo. Otro rasgo de su valentía.
Miro el móvil. Una llamada perdida de Campanilla. Demasiado tarde para llamar. Una pena. Su voz alada me hubiese venido bien esta noche, de calor, de aromas de otoño.
Hablo con Marcelino. El Gomero, perro de una inteligencia y una astucia impagable. Sufre epilepsia. Mejor no leer la declaración de Soriano, en el blog Nación Canaria.

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