sábado, 3 de septiembre de 2011

Campanilla voló a su reino y dejó en esta casa polvos maravillosos. Toda ella está impregnada de Campanilla, incluso su silueta en la pared, con velo para evitar la mirada de los sátiros, que deberán pagar una moneda mágica por quitar el velo y descubrir el esplendor. La alta costura tiene un precio.

Veo a Yolanda seguidora en este blog. Qué bellos recuerdos, que pudieron haber sido...

Los polvos que no gozamos acuden a veces y después de acordados dan dolor y a nuestro parecer...

El nahualt Lizundia ataca con los mamotretos de Perrault, que me recuerda al cuento de Caperucita. El lobo atroz (el Mamotreto) y la playa de arena negra que ya no es, devorada por el engendro arquitectónico costero, ogro infame enemigo de la principesca autoconstrucción (viejo cementerio marino que ya es una pena verlo, campo de futbol que ya es una pena no verlo, autoconstrucción más valiosa que Perrault, Niemeyer y Calatrava juntos, asesinos de los pueblos). Ellos son inocentes, Le Corbusier tiene la culpa. La arquitectura al servicio del ciudadano robot y no del pueblo animal. Si Palladio levantara la cabeza.

El Cuervo se quedó enjaulado en la maresía. Esperemos verlo el martes en el programa, y si va Nuestro Amado Líder, mejor inicio, imposible.

En fin, otro cuervo me llama. El libro del cuervo. A ver si hay suerte y Anghel vende los cuatro ejemplares de rigor. Lo demás es literatura.





2 comentarios:

el escritor escondido dijo...

Procuraré estar a las seis en punto en la puerta. Invitaciones como la tuya no se cursan todos los días. Un saludo

Riforfo Rex dijo...

¡Hombre, por fin parece que se reanuda el programa! Saludos.