martes, 25 de agosto de 2015

Fin de la obra y dedicatoria

ACTO VII

ESCENA 1

Madre de Romeo en el tocador.

A este hijo mío Romeo
lo tengo bien embragado;
Ya a Julieta no recuerda...

Se lo preguntaré al Espejo
por si acaso
y así atrás no me dejo
ningún cabo suelto.

Espejo, Espejo, Espejo
que cuentas los secretos,
dime cómo está el cereto
de mi infeliz marido.

Espejo
Tú marido será parido
en nueva reencarnación,
ahora será un ratón

Madre
con queso abobecido.
Y dime ahora, Espejo,
Espejo de los delirios,
¿soy yo la única hembra
donde Romeo habita?

Espejo
Ahora toca otra mina.
Tú ni segunda eres.
Romeo encontró a Julieta
y Julieta encontró a Romeo.
Uno en los brazos del otro
están ahora ardiendo.
Mira la bella película.

*

ESCENA 2
Se enciende la pantalla. Celda de Julieta. Entra Romeo, de un modo misterioso, como si llegase de la nada.

Julieta
Romeo, ¿qué haces tú aquí?
¿Cómo has entrado? ¿De dónde
has venido?

Romeo
Eh, ¿qué hago yo aquí.
En este momento subía al tranvía
en la plaza Weyler, iba a La Laguna
a hablar con el mezquino autor.
Yo entraba en el tranvía.
Esto es cosa de brujería.
Pero qué hechizo benigno,
verte, Julieta, olerte, oírte,
tocarte, besarte...

Julieta
Eh, alto ahí. Aquí estoy
cumpliendo condena
por lo que no cometí.
Tú no defendiste a mí...

Romeo
Mi alma rueda por una ruta
dolorida. Mi silencio no soporto.
Por eso iba a hablar con el autor
y ponerle las comas en su sitio. 

Julieta
¿Qué comas son esas, Romeo?
Estoy empezando a perdonarte.

Romeo
En mis oídos se abren como flores
tus palabras. El verano restituye
a la tierra sus colores. Tu voz
da a mi cuerpo sombra y apacigua
mi ánimo. Ven,
Julieta, a esta fuente; suelta
la corriente. Es mi alegría
verte en no frío cautiverio. 

Julieta
¿Dónde querías verme, pérfido?
¿En una mazmorra sombría, con
ratas y alimañas menudas
limándome las uñas de los pies.

Romeo
Oh, amor mío, sólo que imaginé
que una celda se parece
al salón de un hotel
como una botella a un cangrejo.
Por cierto, esa color en la bandeja
de fina porcelana, pintada con florestas,
¿no es un cangrejo?

Julieta
Un cangrejo de río, relleno de caviar,
de olivos negros, un poquito de pepino
y una rociada de orégano. 

Romeo
¿Puedo probar?

Julieta
Pero antes prueba
los labios míos.
Ponlos en guerra
y desafíos.
Bésame con suave
fuerza
como quien reza
y grita a la vez.


Romeo
Mi canto habla,
mi pasión pregona;
cantando el verte
siego mis enojos.
Ardía en la nieve,
helaba en el fuego.
Mas me quieren ver
tus profundos ojos,
tu olor que viene
a mi lecho solo
y tocan mis dedos
la flor de tu frente.
Besaré tus labios,
no besarlos hiere.
Besarlos tanto 

que creo encanto
si los ojos míos
se posan en tu cuello
de garza divina,
si aves mis dedos
anidan tus cabellos
de mujer altiva,
si tu sentimiento
a mí no me olvida.

Julieta
Calla, Romeo.
No te alargues más.
Besa mis labios
y cállate ya.

Se besan.

Fin de la película. Se apaga la pantalla. Deja apagado el escenario. Se oye la voz de la madre de Romeo.

ESCENA 3

Madre
Esto no puede ser,
yo me tiro de los pelos.
Cría hijo una mujer,
lo mantiene y lo cuida,
lo alimenta, lo anida,
y el desgraciado se va
con la criada.
¿Lo desheredo?
No sé. Si doy ese paso
el hijo pródigo
no volverá al redil.
Mejor me tomo un válium,
reflexiono con concierto
y seguro que acierto
con la mejor solución.

Que desfogue con esa
engatusadora,
con esa cosa sin nombre.
Hablaré con el autor.

Se enciende una bombilla. Marca número en el móvil. Habla con el autor.


Sí, mi niño. Sí. Ya sé
que te invité a cenar.
Pero no pudo ser,
me tuve que casar.
Ya te contaré. Me casé.
La culpa la tienes tú.
Mi niño, arregla 
el libreto
y te visito y te meto
un ratito en la cama.
Tú serás el caballero,
yo seré la dama.
Sólo un ratito, mi niño.
Ya sabes que soy casada.
Y una casada discreta
no se prodiga en favores
pero cuando hace esa treta
aprieta bien los lazos
con requiebros y abrazos.


Autor
...


Madre de Romeo
Eso sí que no lo consiento.
¿Y me lo dices así,
tan tranquilo, por teléfono?
No, no te rías, canalla.
¿No lees mi tristeza, mis congojas.
En el aire me deshago
con las hojas del otoño.
Cruel autor, miserable.
Así me dejas, indeseable,
impresentable autor de mierda.

Tira el móvil a un lado. Su ira aumenta.

Este acto me destina,
me dice el canalla,
y si mi boca no calla
un rayo me la fulmina. 
Me manda ese morralla
a hacer mutis por el foro.
Veré si alguno del coro
al menos pasa una raya. 

Haré un hechizo
como el que hizo
Belcebú el malo.
A ese yo lo calo
como a un chorizo
de cantimpalo.
Ojos de sapos,
rehogados;
dientes de lagarto
pasados por almirez,
patas de ciempiés
fritas en grasa
de hiena, y esta vez
antenas de cucarachas
y tres pelos de braga. 
Tendrá ese laja
su merecido,
por entrometido.
Por alejarme de mí
al fruto de mis entrañas. 

Mutis.


Coro
(Nuestro autor es majadero.
Está bien hacer el bufo
pero esta obra es un pufo
y encima hablada en versos.
Átomos del universo,
nos conduce el autor
a nosotros, su sostén,
su dominio del ritmo
musical, su ángel fiel
de la guarda, nos obliga
que ahora cantemos
entre paréntesis.)

Eso sí que no.
Decimos que no.
Nuestro papel es vital,
que nos dejen cantar
a pleno pulmón.
Revélese el coro,
fuerza hace la unión.
Dice el mal autor
que es su obligación
que cantemos bajito
porque los vecinos,
con cólera y clamor,
nos quema el teatro.

¡Qué piensa el autor?
¿Que nacimos ayer?
Pues no, con grave voz
dejemos en su dolor
a la romera del cuento.
Se lo tiene merecido,
es su karma, su escarmiento. 

Y ya se acabe el chamullo
pues se cierra la función.
Esta vez sí de verdad.
Amable público y pública,
no tropiecen en las sombras
de aquello que aquí se nombra
ni porsigan como Orfeo
esos ecos de los hechos
que ocasiona el mal de amor.

Tengan favor y bondad
de irse porque vinieron.
Ya no hay nada que dar,
váyanse con viento fresco.


FIN
*


a modo de dedicatoria

Ayer vi a Nguyen
y después a Ramallo,
bienes de mis años,
de mi años bien.
La ciudad es vergel
si el día me ampara
verles las caras,
hablar de las artes
como quien comparte
un mar de sabores,
un cielo de colores
en este teatro
que en un tres por cuatro
se llenó de amores.

Hacía semanas
que no los veía,
verlos mismo día
esto me señala
que no nada mala
es la obra mía.
La pongo a porfía.
Fuerza y humildad
es la gran verdad.
Lo demás, bobería.



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