Sobre la mesa el borrador de una novela;
pretendo que esté entre el volcán de Lowry
y las nubes de Aristófanes, en esa cuerda
floja, sin red, que es un puente entre dos formas,
entre dos músicas opuestas. Compré Aldea
para que tengan todas esas palabras
la borracha sobriedad del Cónsul.
La mujer que amo me habla
desde un barrio cerca de aquí.
No sale de su casa.
Su arte lo tiene quieto ahora.
Un poco de negro y un poco de blanco
ayudan a la imaginación a subir a las nubes.
La realidad es más simple.
No la escribo. Ella me escribe.
Un amigo no quiere que hable de él.
No hablo.
El silencio es más elocuente que las palabras.
Suena el violín del diablo. Una mujer sin nombre,
una mujer que no amo, danza sin amor,
libre, y yo atiendo el hielo, centro de su baile.
Qué delicia es no amar. Pero, sé sensato,
deja la imaginación para el papel.
Lo aguanta todo. La realidad no,
no aguanta nada, ni el más leve entresueño.
2 comentarios:
Buenos días Maese Chito! Febrero ausente de febriles noches mute y con buenos textos tuyos.
Gusta.
Gracias, Egaranda.
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