lunes, 12 de septiembre de 2011

noches de conflictos, días de pérdidas

Anoche peli en el TEA. Bosnia. El principio del acabamiento del mundo. La única esperanza, una niña abandonada. El único santo, la santidad de una pistola, por si regresan no los malos tiempos, sino los buenos tiempos de la guerra (si Nietzche estaba en la verdad cuando defendió el estado de guerra sobre la abulia y degeneración de los humanos instalados en el antinatural pacifismo). Había quedado con el Cuervo, recién regresado de La Palma. En la sala de proyecciones, con butacones blancos de muerte y no de vida, vimos al capitán M. Nos ajuntamos. La emanación de la película era que tienes una pistola o no eres nadie. Cuando salimos del TEA, tomamos una cerveza en la zona de los Bulevares, junto al edificio de Cajacanarias, donde las aristas no hieren, no agreden, como ocurre con el Calatrava en serie, provocador de más locuras en la cuna mundial de la locura.
--¿Quién se cree el Escobillón? --dijo el capitán--. Él no tiene el caché de Pérez Minik.
La denominación "caché" la puse en la lista negra desde que se la oí a un engreído literato en Gijón. "Tal cual no tiene mi caché".
Escupí sobre la tumba de todos los cachés y cachetudos. Pero no hubo discusión a la hora de pagar. Cada uno lo suyo. Estilo fenicio.
Nos mudamos al Platillo Volante. La zona del capitán. Zona de alienígenas majaretas. Discusión sobre la verdad y la mentira. "Verdad, mentira, todo mierda", escribe el prota del Libro del cuervo (en prensa y custodiado por Anghel). La verdad era vigilar mi vaso de ron. Ya estoy harto de que los amigos tengan a bien la gracia de meterme somniferos en la bebida. Ya sé, como en el cuento de Gila: "Si no te gustan nuestras bromas, mándate a mudar", pero si puedes evitarlo, te retiras cuando tú quieres y no cuando te manda el somnífero.
El capitán imprecando que no pagué lo mío. Menos mal que el Cuervo --extrañamente, armonía esta vez entre Ramón y Marcelino-- me sirvió de testigo. Desde el primero al último céntimo.
Nos despedimos. Dejé el clío escacharrado donde lo aparqué --mañana lo recojo después de firmar con mi hermana Mirella, pensé-- y subí a casa con el Cuervo. Portó al hábitat una botella de ron que trajo de La Palma. No sé si fue el ron --excelente, reanimador-- que le convenció la dama del cuadro, la dama que mi hija Sibisse se hubiese llevado si no lo hubiese tenido comprometido. Consentido aprendiz de pintor, un caso este Chito. Unos buches y Ramón dejó la botella en este sitio de La Maldad. Ramón es un caballero. Si hubiese sido yo...
Y hoy había quedado con mi hermana M en la Agencia Tributaria. Una hora esperando, pero en fin, con buena voluntad la paciencia no es un sacrificio.
Traía los valores de las casas. Me dio el de la de este barrio. No quiso mostrarme el valor de la de San Andrés. Obediencia al pez tamboril. En fin, todo en su momento. Quiso echarse atrás en compromisos adquiridos...
--Mis tratos son contigo --le dije, y más cosas le dije--... pero si empiezo a notar cosas raras impugno la herencia.
--La légitima ya la tienes --dijo, contando con la casa de Icod, de la que tengo la posesión pero no la propiedad.
Las malas artes de los otros aclaran las propias ideas. No pudimos fimar porque faltaban las últimas voluntades de mi padre y de mi madre. Pero al rellenar el papel, ella dijo al de la mesa "exento de cuentas bancarias". Si no hubiese sido por la influencia del tamboril, el negarse a darme información sobre el valor de la otra casa, ni lo hubiese pensado. Pero después recordé que cuando vine a esta isla para quedarme, una de la preocupaciones de la otra parte contratante era que reclamase lo que me dejó mi madre. Y nunca supe lo que me dejó mi madre, ni su cuenta bancaria, que no figura en los testamentos... En fin, lectora Mirella, con pocas palabras... etc.

1 comentario:

Jesús Castellano dijo...

En el trintero:
Lo más importante siempre, es lo que queda en el tintero. En este caso, entre otras cosas:
La peli se titulaba "La mujer de la nariz rota". No llega a la altura de "La noche de la iguana" pero casi.
Mirella me dijo que me descontaba, de 250 euros que me debe, 6 euros de no sé qué gastos de qué gestión. Le di los 6 euros.

Mi hija Sibi y Manuel, su compañero, están ahora desconectados en el barranco de Masca. No podrán echarle un vistazo al "Libro del cuervo". Los nombres y un cápitulo, creo, es lo que debo arreglar de ese libro, no sé si podré.

De don Juan yaqui, además del arte de paciencia, la astucia y perder la importancia personal, aprendí a caminar y a lanzarme al vacío. Si hay acuerdo, contaré con mi amigo Manzano. Si no, no debo molestarlo.

Otros amigos no se acuerdan cuándo fui un nahualt para ellos, sino que ahora, que se saben ricos, se permiten el desprecio.

JRamalo me mandó un sms, que ya leyó "El negro". Perdí el móvil (esa fue la pérdida), perdí todos los mensajes y los números de mis contactos.

No le he contestado a Ignacio Gaspar una carta. Espero que me llame.

Ayer Anghel me dio la novela, ya publicada, de Javier "El fondo de los charcos".

Santa Cruz es Chachán, quien no lo conoce...