domingo, 14 de noviembre de 2021

con Fray Espinosa

 --¿Tú no piensas como yo? --me preguntó Nguyen.

--Sí, pero llego a distintos resultados.

La X en nuestras ecuaciones son distintas. Ella está seguro de todo y yo no estoy seguro de nada. Ella vive en un galeón convencida de que navega a un nuevo mundo, y yo en una barca que va a la deriva sin saber a dónde me llevarán las corrientes y los vientos. 

Miro los fenómenos humanos como miro los naturales. No los juzgo. Procuro contemplarlos con desapego. Si sopla el frío, procuro buscar abrigo. No insulto al frío. En tal caso, a mí mismo por no haber sabido adaptarme. Si alguien me roba o me agrede, no lo culpo. La responsabilidad es mía por no haber sabido evitar una cosa u otra. Además, pienso como Nguyen. Todo está entretejido como el día y la noche.

En fin, no me atrae demasiado hablar de mí mismo. He usado, en la literatura, la historia personal --episodios y circunstancias-- pero sólo para disfrazar con ella a otro personaje, un personaje ficticio. A veces me han confundido con tal o cual personaje, y a veces cuando tal o cual confundidos me conocen, han salido defraudados. Esto ha ocurrido con este blog. Pero ya el personaje que inventé se ha ido. Y no creo que vuelva. 

*

De los libros antiguos, desde La Biblia a Las Mil y Una Noche, suelo fijarme con más atención en las westalchaung que están en oposición con los moralismos y sentimentalismos dominantes en la actualidad. En Historia de Nuestra Señora de Candelaria, del (curita lo llamó aquel) fraile Alonso de Espinosa, el primer historiador de Tenerife, en el capítulo de casamientos, dice:

Su modo de contraer matrimonio era: En agradando al varón alguna mujer, fuese doncella, viuda o repudiada de otro, pedíala a sus padres (si los tenía) y, si ellos consentían, sin otra ceremonia ni concierto quedaban casados con el consentimiento de ambos. Y tenían las mujeres que querían y podían sustentar. Y como el casamiento era fácil de contraer, fácilmente se dirimía: porque disgustando al marido de la mujer, o al contrario, la enviaba a su casa, y ella podía casarse con otro sin incurrir en pena, y él con otra, las veces que se le antojaba: y los hijos de aquel matrimonio dirimido, o divorciado, eran tenidos por no legítimos, y así llamaban a tal hijo Achicuca y a la hija Cucaha. // En el uso de la generación, no tenían respeto más que a madre y hermana, porque las demás, tías, primas y sobrinas, cuñadas, todos las llevaban por un rasero, sin diferencia alguna: pero aunque eran dados a este vicio, abominaban en extremo el pecado nefando.

*

El rey no casaba con gente baja y, a falta de no haber con quien casar, por no ensuciar su linaje, se casaban hermanos con hermanas.

El relación con el nombramiento de nuevo mencey, donde el objeto principal de la ceremonia era un hueso del anterior mencey, pone una frase completa:

Agoñe Yacoron Yñalzabaña Chacoñamet, Juro por el hueso de aquel día en que te hiciste grande.


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