lunes, 29 de noviembre de 2021

 Escribo mientras espero a Dani. Viene con un poco de paella. Alimento. 

Hoy vi no sé si una rata pequeña o un ratón grande intentando salir a la calle por la puerta cerrada. Al verme volvió para dentro y se escondió. Llamé a Nicolás, experto cazador de ratas. Nada. Teoría. Volvió a su casa a ver el partido sin lograr nada.

A mí me hizo pensar en la  mujer Rata del club de lectura. La mujer Rata. Son animadas, sociables y saben ganar dinero. Tiene nombre de continente. Su líneas son curvas y delicadas, sensuales, y su voz va por el mismo camino. Es inteligente. Habla poco pero se da cuenta de todo. 

Como tengo visita mañana para la pequeña fiesta, ordeno y limpio la casa. Cuando regreso del patio, otra vez la ratita queriendo salir, irse a buscar a los suyos. Se espanta otra vez. Abro la puerta, voy al patio y acecho. Al rato la veo esconderse en la cama turca. Espero. No sale. Me aburro de esperar. Estoy aquí, pero dejo la puerta abierta por si se arma de valor y emprende una carrera liberadora. Si supiese que no se lo voy a impedir. No sé. En limpiando encontré una pequeña flauta. Puedo hacer el experimento. No creo que sea contraproducente tocar la flauta.

Lo práctico del vano intento de Nicolás --hoy no es su día de cazador-- fue que me obligó a limpiar en rincones insospechados. Insospechadas cosas aparecen. En fin, me acuerdo que cuando la rata de agua le dijo que se fuera con ella --en la novela El viento entre los sauces--, el topo estaba haciendo la limpieza de primavera. (Los personajes principales son el topo y la rata de agua.) La rata tenía fatigado al pobre topo, no le daba respiro, de aquí para allá. Hasta que se dio cuenta del castigo que le estaba dando a su amigo con tanto movimiento. 


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